Desde hace diez meses la iglesia San José de El Vecino ayuda con alimentos a unos 50 indigentes.

Cada martes la parte exterior de la iglesia San José de El Vecino se convierte en sitio de concentración de aproximadamente 50 mendigos, quienes llegan en busca de caridad y alimentos que le proporcionan en dicha parroquia.

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Desde las 07h00 estas personas permanecen afuera de la iglesia esperando que salgan los devotos para recolectar por lo menos un dólar, según dicen.

Una de ellas es María Natividad Zaico, de 80 años, quien desde hace diez años llega a este templo, ubicado en el centro de la ciudad, desde la parroquia Lazareto.
La anciana llega caminando, pese a tener una molestia en el pie derecho.

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“A veces reuno un dólar que me sirve siquiera para comer alguito”, indica, al tiempo que expresa su preocupación por el aumento de indigentes, lo que  provoca un descenso en la cantidad de dinero que recibe.

Zaico recuerda que hace pocos años eran cinco personas, pero al paso de los meses se  incrementó el número de mendigos que acuden a este lugar y ahora llegan a los 50.

Sin embargo, en festividades como Semana Santa, Día de la Madre y Navidad la cantidad sube a 100 personas, pues -según Zaico- en estas fechas la gente se vuelve más generosa.

Entre los necesitados se confunde Fernando Caicedo, jubilado, quien va cada semana con una funda de monedas para entregar su contribución.

“Pónganse en fila”, manifiesta Caicedo con voz firme y advierte a quienes no le hagan caso de que no les dará dinero.

Las autoridades eclesiásticas no dan una versión sobre esta situación y prefieren ayudar a estas personas con un desayuno (pan y leche), que lo entrega un grupo de voluntarios.

Son cerca de diez meses en que se brindan estos alimentos a los mendigos y para efectuar esta labor los voluntarios de la parroquia tienen registrado a un grupo de ellos.

Miguel Arias Cornejo, de 75 años, quien dice que ya no puede dedicarse a la agricultura como lo hacía antes debido a una dolencia, se enteró de la ayuda del voluntariado porque se lo comentó un amigo del barrio de Totoracocha.

La mayoría de los beneficiarios de la ayuda llegaron a Cuenca de provincias como Chimborazo, Tungurahua, Cañar, Bolívar, entre otras, sostiene Arias.

Pero a la parroquia no solo acuden indigentes de la tercera edad, también lo hacen jóvenes mujeres que pugnan por ser inscritas, pues la mayoría son desempleadas y madres abandonadas por los padres de sus hijos.

Mientras hacen fila para pedir ser inscritas, sus hijos, cuyas edades oscilan entres 5 y 10 años, se dedican a pedir limosna a los fieles que asisten a la iglesia.

Esta situación también se presenta en la iglesia San Francisco y otras de la ciudad, que han asumido la ayuda a esta gente.