El negocio del turismo no conoce fronteras y ya  traspasa los límites de la Tierra de la mano de una floreciente industria de  vuelos espaciales, destinados a pasajeros que pagan enormes fortunas por hacer  pie en la Luna o pasar una semana en la Estación Espacial Internacional. 
 
Luego de los viajes pioneros del estadounidense Dennis Tito en 2001 y el  sudafricano Mark Shuttleworth en 2002, en vuelos operados por la agencia  espacial rusa Rosaviakosmos, esta semana se anunció que el año que viene  viajará al Espacio el millonario norteamericano Gregory Olsen, de 58 años. 
 
Olsen atesora una exitosa carrera en el mundo de los negocios, en  particular como fabricante de instrumentos ópticos. En abril del año próximo  despejará su agenda durante una semana para disfrutar de una estadía de siete  días en la Estación Espacial Internacional, el laboratorio orbital que gira en  torno de la tierra. 
 
Mientras se dispone a comenzar una exigente temporada de adiestramiento  físico y técnico en la Ciudad de las Estrellas, el centro de entrenamiento de  cosmonautas en la periferia de Moscú, el futuro viajero ya se atreve a dar  lecciones de vida. 
 
"Espero que mi viaje a la Estación Espacial Internacional incite a la  juventud a soñar en grande y a entender que la educación, el trabajo y el deseo  de realizar los sueños representan la magia de Estados Unidos", dijo durante el  anuncio de su travesía. 
 
La concreción de los sueños espaciales va por cuenta de empresas con  nombres a la altura esta nueva veta comercial: Space Adventures, Space Frontier  Foundation TransOrbital, Lunar Embassy, Lunar Republic Society y Lunar  Reclamation Society. 
 
Confiadas en que nadie habita los planetas vecinos, algunas de estas firmas  incluso se apresuran a comercializar terrenos en otros mundos como quien ofrece  casas de campo o residencias de verano. 
 
Denis Hope, titular de Lunar Embassy, presentó en 1980 una "declaración de  propiedad" sobre la Luna y otros ocho planetas ante las Naciones Unidas,  Estados Unidos y la Unión Soviética, con lo cual se atribuye los derechos  exclusivos para la venta de parcelas en la el satélite natural de la Tierra,  Venus o Marte. 
 
En sus 23 años de existencia, Lunar Embassy vendió parcelas lunares, o  mejor dicho, certificados de propiedad, a unos 2.350.000 clientes, lo que  representa casi 1.640 millones de metros cuadrados. Gracias a estas ventas  anticipadas, que en su mayoría se concretan a través de internet, la firma  lleva facturados 6.750.000 dólares. 
 
Para no quedarse atrás, la Lunar Reclamation Society, un grupo de  apasionados que estudian cómo realizar construcciones en el satélite natural de  la Tierra, detalló los planos de lo que sería una casa "lunática". Y una  conocida cadena hotelera habría invertido miles de dólares en estudios de  factibilidad para construir un establecimiento en la superficie lunar. 
 
"Se trata sin dudas de especuladores que venderían pedazos del puente de  Brooklyn", dijo Ralph Steinhartd, profesor de derecho del espacio en la  Universidad George Washington. 
 
Otra firma espacial, TransOrbital, ofreció a fines de enero pasado  depositar todo tipo de objetos -desde las cenizas de seres queridos hasta  joyas, cartas o documentos- en la Luna al precio de 2.500 dólares el gramo, en  un servicio que empezaría a funcionar desde este mismo año. 
 
Pero el millonario Gregory Olsen prefiere llevar sus objetos personales por  sí mismo, sin necesidad de intermediarios. Antes de salir de viaje hará las  valijas tomando el recaudo de empacar instrumentos ópticos de su propia  empresa, con la intención de efectuar observaciones por su propia cuenta.