El negocio del banano es una actividad noble, de gran incidencia en la economía nacional y de excelentes dividendos, que en el país involucra a tres actores: los productores, exportadores y el Estado.

Sin embargo, son las compañías exportadoras las que tienen la sartén por el mango e imponen las reglas del juego del negocio. 

Los productores constituyen la parte más débil del sistema, y continuarán siéndolo mientras no se lo organice –al margen de las compañías y de los políticos oportunistas que pretenden liderar una lucha– ni se tome en cuenta especialmente a los pequeños productores bananeros que pese a ser más numerosos, tienen una mayor posibilidad de proyectar los beneficios del negocio a un mayor número de ecuatorianos.

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El Estado como árbitro, debe constituirse en apoyo, sostén y esperanza de todos los pequeños y medianos productores, pues no está jugando el rol que le corresponde al no trazar una política de sostenimiento y sustentación exclusivamente de aquella masa de productores de menos de treinta hectáreas.

Hay que apuntalar fuertemente a esta forma de activación económica, pues cuando el banano está bien, la economía del Ecuador convalece. Si no, preguntémosle a los comerciantes, los camioneros, al pueblo en general, que aunque no tengan una hectárea de terreno, brindan servicios y comen de ello.

Solo el justo equilibrio de la balanza llevará a todos a buen puerto; pues un país de cadáveres no podrá llenar ni un solo buque con banano.

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Arq. Mario E. Crespo Vásquez
La Troncal