Los cocos es un juego parecido al de las canicas, pero a gran escala. Cada deportista participa con dos esferas de acero, de cinco centímetros de radio y dos libras de peso. El objetivo es golpear las esferas del contrario.

Un deportista sale del juego cuando la bola que lanzó abandona un rectángulo de 30 metros o cuando ha sido abatido por los compañeros.  En el centro hay dos circunferencias. Allí están  cinco cocos secos, de una especie de tamaño reducido que se da en la Sierra.

Publicidad

El origen del juego está en una costumbre quiteña de Semana Santa de principios del siglo anterior. Se consumían cocos que  importaban desde Chile, las cáscaras se rellenaban de plomo y la gente se dedicaba a este juego. Con el tiempo las reglas han mutado, según los barrios donde se juega, sobre todo al sur de Quito, en el Pobre Diablo (cerca de Chimbacalle) y en la Atahualpa.

Antes se apostaba según las veces que los jugadores sacaban los cocos de la esfera. Se hacía una sumatoria y se pagaban los porcentajes de las apuestas.
Desde hace 25 años eso ya no se practica. Ahora no importa cuántas veces se les acierte a los cocos, sino a las esferas de los concursantes. El que termina invicto se lleva el total de la apuesta.