Un sábado más en Guayaquil. Son las 12 del día y todavía es temprano para llegar a la playa.
No hay mayor emoción que llegar a la última elevación de la carretera antes de que aparezca la iglesia de Santa Elena, el mar y al final los edificios de Salinas. El aire se ha vuelto fresco y ahora sí estoy a la mitad del camino.Mi bus se detiene exactamente bajo el letrero que dice Ballenita, Palmar, Ayanque, Manglaralto, Montañita. Varias personas están esperando el CITUP o Transportes Manglaralto, dos de las líneas que recorren la ruta del sol.En la intersección de la calle hay varias personas esperando un bus y también dos o tres taxistas que cobran El pasaje solo cuesta $1,50, hasta Montañita, pero dependiendo del cobrador los precios suben y bajan. A los gringos les cobran más, y a los pasajeros habituales menos.Esta vez logro encontrar un asiento, pero una vez más 10 personas están de pie con sus maletas, canastas de víveres, y alguno que otro animal. Como es imposible que entre una persona más, tres o cuatro estudiantes se trepan al techo del bus que más parece una tradicional chiva.Y arranca mi chiva con una música rockolera sufridora; uno a uno pasamos los pueblitos alegres, pero abandonados de la costa. Cada uno tiene su olor característico. Me llama la atención uno de ellos. Es Libertador Bolívar. Ha cambiado, hay negocios de artesanía que antes no estaban, pero yo voy a Montaña y ya son las 14h30 de la tarde y tengo que pescar algún rayo de sol.","isAccessibleForFree":true}
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Un sábado más en Guayaquil. Son las 12 del día y todavía es temprano para llegar a la playa.
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