Puentes de comunicación con los dioses ancestrales o vehículos para expresar la alegría y la tristeza, los tambores son una parte tan intrínseca de la cultura afrocubana que los expertos desean ahora proclamar algunos de ellos como   instrumentos nacionales.

“Los tambores tienen una energía muy grande. A veces me veo (a mí mismo tocando) y me parece que no soy yo”, confesó Eduardo Córdova, un joven percusionista y artesano que fabrica sus propios instrumentos. 

Usados para divertir o como implementos sagrados cuyos sonidos saludan a los dioses, los membranófonos como se llama técnicamente a los tambores, son una suerte de insignia con la cual los cubanos se presentan al mundo.

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Tal es así que los musicólogos isleños plantearon a las autoridades incluir la tumbadora y el bongó, dos de los más connotados miembros de esta familia de percusión, como instrumentos nacionales, dijo Smany Ibarra, un experto del Museo de la Música capitalino. Para Ibarra, los tambores son la expresión de la singular mezcla de razas y culturas que conforman esta nación caribeña.

De los instrumentos de los aborígenes originales (de la isla) los cubanos solo conocen que los españoles dejaron reseñado (flautillas de hueso, caracoles); mientras que los conquistadores trajeron la guitarra y tamboriles.