Siguiendo este consejo, ellos fueron y descubrieron al Niño con María –doble regalo– y, postrándose, lo adoraron, es decir lo reconocieron como Dios. Pero el regalo del rey Herodes no solo fue para los sabios que en aquel entonces llegaron de Oriente, sino para todos los que hoy leemos el Evangelio y seguimos su consejo: “Vayan y averigüen qué hay de ese Niño”.