Utilizando como herramientas las manos y el cuchillo, los concursantes plasmaron en cientos de rábanos un sinfín de composiciones costumbristas alusivas a su identidad, a la ciudad, las fiestas, la cultura y la religión.

Como cada 23 de diciembre, la Noche de los Rábanos movilizó a miles de personas en Oaxaca, una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), y donde anida una cultura popular extraordinariamente rica.

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Guillermo García Manzano, concejal de Turismo y Desarrollo Económico de Oaxaca, explicó que los orígenes de la fiesta “se pierden en la historia” y por ello es imposible determinar su fecha con exactitud.

“Hubo desde la llegada de los españoles la celebración de las fiestas de la Natividad, y con ellas se acostumbró que las familias oaxaqueñas celebraran, no la Nochebuena y una cena, eso ya es más moderno, sino la comida de la Natividad”, señaló el concejal.

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El pasado 23 de diciembre los 99 adultos y más de un centenar de niños que se inscribieron emplearon tres toneladas del tubérculo en sus presentaciones.

Escenas de bodas
Las alegorías plasmaron bodas, reproducciones de mercadillos, escenas costumbristas o actividades campestres como la producción del mezcal (aguardiente de agave) o la cosecha del maíz.

También se vieron representaciones en rábano de los vestidos tradicionales de las siete regiones de Oaxaca, la Semana Santa, músicos o dioses prehispánicos e incluso un funeral, todos ellos esculpidos durante varios días en gigantescos rábanos.