Keiko, la orca de la película "Salven a Willy", fue  enterrada este domingo por la noche a orillas del fiordo noruego en el que había vivido sus últimos años, informó este lunes un funcionario de la alcaldía de  Halsa (oeste de Noruega).
 
En reconocimiento de su condición de estrella de cine, el animal, que murió este viernes a raíz de una neumonía, fue enterrado en una sepultura terrestre, hecho excepcional para un mamífero marino.
 
"La enterramos durante la noche porque queríamos evitar la presencia de la  prensa. La gente tiene que acordarse de Keiko como un animal bueno y vivo que retozaba en el agua, y no como un enorme cadáver", declaró a la AFP Lars Olav  Lilleboe, que se encargó de cuidar a Keiko en Halsa.
 
Se necesitaron dos tractores para llevar a su tumba al animal, de seis  toneladas de peso.
 
La municipalidad de Halsa, que se convirtió en lugar de peregrinación para  muchos admiradores de "Willy" después que la orca se instalara en sus aguas, estudia actualmente la posibilidad de levantar un momumento en el lugar en que  está enterrado el animal, precisó Lilleboe.
 
Keiko murió este viernes pasado en el golfo de Taknes, en la costa oeste de  Noruega. Tenía 27 años de edad.
 
Fue capturada en 1979 cerca de la costa de Islandia a una edad estimada en  dos años y pasó la mayor parte de su existencia en cautiverio en parques de  atracción marítima. Fue protagonista de las tres películas de la serie "Salven  a Willy", que relatan la historia de un niño que trata de devolver su libertad  a una orca.
 
Luego de una enorme campaña de movilización internacional, Keiko fue  transportada desde Estados Unidos a Islandia, a bordo de un avión de carga de  la fuerza aérea norteamericana, donde se había preparado para ella un programa  destinado a que aprendiera a valerse por sí misma capturando los animales  necesarios a su alimentación.
 
Pero, poco después de ser instalada en Islandia, la orca recorrió 1.400 km  y optó por instalarse en un fiordo de Noruega.
 
Hasta 20 personas trabajaron en su rehabilitación en una piscina marina  especialmente construida para ella.
 
Pese a todos los esfuerzos, la devolución del animal a la vida salvaje fue  un rotundo fracaso. Keiko nunca pudo cortar los lazos con los hombres, siguió  dependiendo de ellos para alimentarse (su ración de comida consistía en unos 40  kilos de arenque por día) y le fue imposible volver a convivir con sus  congéneres.