El DT gaucho buscará mañana ante Milán su cetro Nº 15 en una década.
El técnico Carlos Bianchi, que hace poco ganó el vigésimo campeonato argentino, el octavo de su cosecha al frente del pentacampeón de fútbol de América: Boca Juniors, buscará mañana un título más para ese club y con eso sumará un nuevo motivo para su idilio con la hinchada xeneize, comparable solo con el romance boquense con el astro Diego Armando Maradona, figura del club pero con menos triunfos.
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Bianchi, que en su infancia y juventud fue canillita, llegó a dirigir Boca en 1998 luego de un triunfante paso como técnico por Vélez Sársfield y un fracaso en AS Roma de Italia. Y con el ídolo argentino ha ganado la Copa Libertadores de América en el 2000, 2001 y 2003, la Copa Intercontinental en el 2000 y los torneos Apertura argentinos en 1998, 2000 y 2003 y el Clausura en 1999.
Eso basta para decir que es el técnico más exitoso de la historia en Argentina y aspira a ganar ante Milán, en Japón, su decimoquinto título y ser el primer técnico en obtener tres Copas Intercontinentales, desde que comenzó a dirigir en su país hace una década.
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En Argentina se comenta habitualmente, en tono de broma, que Bianchi es el único habitante del país que tiene el número del teléfono celular de Dios, y que desde el cielo recibe “favores” cada vez que los necesita. Ahora, con esa presunta “ventaja”, está en Yokohama para intentar vencer al Milán, equipo al que hace nueve años ganó con el Vélez en la misma circunstancia.
Sus admiradores dicen que es más fácil contar los títulos de campeón que no ha logrado que los que ganó, y en esa breve lista aparece la Intercontinental que el Boca Juniors perdió en Tokio con el Bayern Munich en 2001, después de lo cual estuvo un año sin dirigir por decisión propia.
Los hinchas de otros equipos argentinos, en cambio, no ven la hora de que se decida a dejar de trabajar en el fútbol después de que hace algunas semanas dijo que está más cerca de eso que de cualquier otro proyecto, lo cual se malinterpretó en un principio, ya que no fueron pocos los que creyeron que rompería el contrato que lo vincula con el Boca hasta finales del 2005.
Por lo que le pagan –no hay un futbolista o entrenador que tenga un contrato más importante en Argentina– y por su identificación con el Boca Jrs., nadie cree que en el futuro vaya a dirigir a otro equipo.
Bianchi tiene 54 años y una vida plagada de triunfos, porque como futbolista jugó 324 partidos con el Vélez Sársfield en los que marcó 206 tantos, y fue campeón de Liga en 1968.
Entre 1970 y 1972 disputó 14 juegos con la selección argentina y anotó 7 goles y desde 1973 jugó en Francia en el Stade Reims, París Saint Germain y Racing Estrasburgo, con los que marcó 187 tantos.
Fue el máximo anotador de ese país en cinco temporadas, debido a lo cual obtuvo dos veces la Bota de Plata y una la de Bronce y una mención de la Federación Internacional de Historia y Estadísticas del Fútbol (Iffhs), con sede en Wiesbaden (Alemania), como el octavo goleador de la historia mundial de este deporte.
Su nombre aparece habitualmente cuando se pone en duda la continuidad de los seleccionadores, especialmente en los casos de Daniel Passarella (1994-1998) y Marcelo Bielsa. La última vez que ello ocurrió, en noviembre pasado, fue cuando dijo que está más cerca del descanso y de dedicarse a su familia que de cualquier proyecto futbolístico.
Ciudadano ilustre
La semana pasada fue declarado Ciudadano ilustre de Buenos Aires por su “transparencia, ejemplo de vida, profesionalismo y brillante trayectoria”, según una norma sancionada por la Legislatura de la capital argentina.
La distinción es la misma que en noviembre pasado recibió Alfredo Di Stéfano, surgido en el club River Plate y ganador de cinco copas de Europa con el Real Madrid.
Bianchi creó en 1994 la fundación Por un Mundo Mejor, que asiste a más de 1.300 niños en la localidad de San Marcos Sierra, en la provincia de Córdoba. Solo Carlitos, como lo llaman en el fútbol, puede darse el lujo de afirmar que desea que el River Plate, rival histórico del equipo que dirige, gane la Copa Sudamericana, cuya final disputa en estos días con el Cienciano de Perú.
Se lo permiten su condición de ganador y el respeto y la admiración que se ha ganado en un medio de permanentes desencuentros y rencores, y en el que declaraciones como esas se consideran como deslealtades imperdonables.