Los diarios destacan que ciertos médicos que infectaron de sida a 21 pacientes en su clínica de Guayaquil pueden libremente circular por nuestro país.

Parece que con esto se concreta la impunidad que permiten nuestro sistema de justicia y los hombres que la administran.

El sentido común del ciudadano señala que esos doctores al menos son culpables de una grave negligencia que provocó la muerte de cerca de dos decenas de personas.

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¿Es esto poca cosa como para que no haya un mínimo de sanción?

La prensa también informa otro caso respecto a que ninguna autoridad dice algo sobre la desaparición de dos personas (durante un atraco), a pesar de existir testimonios fotográficos, públicos, del momento en que fueron detenidas por un agente y un ex agente del orden, plenamente identificados. ¿Las personas pueden simplemente desaparecer?

Igualmente (como en el caso de los pacientes infectados con sida) da la impresión que a nadie le importa el sufrimiento de esas familias.

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Supongo, que al igual que la  ciudadanía en general, me sentí muy mal por no haber hecho nada a favor de los afectados y en contra de los afectadores.

Desde mi cómoda posición me he limitado a ser espectador, y esto está remordiendo mi conciencia.

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Repito, me sentí muy mal; sentí que la decencia, la moral, la ética, la justicia y la solidaridad en forma de figuras extrañas, me refregaban en la cara las peores inmundicias que puede producir el ser humano.

Les pregunté a mi esposa, hijos, amigos y me contestaron que sentían lo mismo. Ahora me pregunto, ¿habrán sentido lo mismo el Presidente de la República, los magistrados de justicia, los policías y más relacionados? ¿Será posible que el ejercicio de ciertos cargos los convierta en personas a las que no les llegan estos sentimientos? Talvez sí los tengan, pero, al igual que yo, no puedan hacer nada ante el peso de lo miserable de nuestra justicia.

Oswaldo A. Navarrete P.
Guayaquil


El lunes 24 del presente mes se publicó  por los periódicos una información sobre el caso penal de uno de los doctores ecuatorianos (relacionado en el asunto de los 21 pacientes contagiados de sida en una clínica de Guayaquil) que ha sido reconocido como “médico modelo”.

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Ahora el niño Carlitos (uno de los dos sobrevivientes infectados con ese mal)  lo condena a vivir entre las “rejas” de su propia conciencia.

No podemos creer que la justicia sea solo para unos.

¿En realidad los jueces van a estar esperando a esos doctores en el aeropuerto para que no se pierdan a su llegada del exterior al Ecuador?

Emilio Jiménez
Guayaquil

He leído con asombro las noticias periodísticas de lo ocurrido (asalto) en una farmacia de Guayaquil.

Indudablemente se esconde un velo de misterio horroroso: la desaparición de dos señores.

Eso deja mucho que desear; parecería que algo turbio se oculta tras ese hecho que ni las propias autoridades –como ya no es novedad con ese espíritu de cuerpo existente– pretenden ocultar o desviar esas desapariciones.

Dicen cada desfachatez sin sentido común, por lo que se espera que el suceso no quede impune, se castigue a los responsables  y a los policías incompetentes y nada humanos ante este tipo de hechos.

Dra. Lorena Vallarino
Guayaquil