El ex funcionario era un gancho político para captar el electorado manabita, por eso lo visitaban dirigentes de varias tendencias.

En sus 61 años de vida, César Enrique Fernández Cevallos, el ex gobernador manabita, implicado presuntamente en una red de narcotráfico, participó directamente en la política dos veces como independiente. En esas dos ocasiones, coincidentemente, fue por la simpatía que tenía con los candidatos a vicepresidente de la República.

La primera vez fue en 1992, cuando apoyó al conservador Alberto Dahik (binomio de Sixto Durán-Ballén), actualmente autoexiliado en Costa Rica. La segunda, para respaldar a los candidatos de la lista 3-18, Lucio Gutiérrez-Alfredo Palacio, de acuerdo a los avisos publicitarios y las fotografías captadas de la segunda vuelta electoral del 2002. Aunque el Vicepresidente Alfredo Palacio aseguró el domingo pasado, a través de un comunicado, que su relación con Fernández “se limitó a la de funcionarios de un mismo gobierno”, cuando él ejerció la cartera de Salud en el gobierno de Durán-Ballén.

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Fernández era conocido en la provincia como “empresario honesto y benefactor”, y se lo consideraba un buen gancho para los políticos de todas las tendencias, que querían cautivar al electorado manabita, el tercero de importancia en el país.

A la lujosa mansión de la avenida Cinco de Junio, en Portoviejo, conocida como la Casa Blanca por su elegancia, llegaban políticos de diferentes partidos para pedir su respaldo. Así lo confirma el roldosista Alberto Cantos, vicepresidente del Consejo Provincial de Manabí, quien afirma tener una amistad de varias décadas con Fernández.
Pero a esa residencia no solo llegaron políticos y empresarios, sino también Joao Havelange, el legendario ex presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) y Nicolás Leoz, actual presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), a quienes hospedó luego de la reinauguración del estadio Reales Tamarindos, durante la Copa América de 1993, que se realizó en Ecuador. Ese acontecimiento todavía está en la mente de los portovejenses.

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Fernández comenzó a amasar su fortuna trabajando para su padre Gilberto en el negocio de la venta de vehículos; por su visión empresarial comenzó a montar su propio negocio, especialmente el avícola. Su empresa Pollo Papío se convirtió rápidamente en una de las más importantes del país en esa rama, a fines de la década de los años 70.

Por sus relaciones productivas conoció a Alberto Dahik, con quien la amistad lo llevó a apoyarlo en las elecciones de 1992 en toda la logística (vehículos y avionetas) para los recorridos por la provincia.

Una vez constituido el gobierno de la alianza Unión Republicana-Conservador, a Fernández se lo designó como gobernador de Manabí, cargo que lo desempeñó con eficiencia, según comentaron la mayoría de ciudadanos consultados por este Diario.

Una de sus principales gestiones fue el combate a la delincuencia y la de conseguir recursos para las obras en la provincia, aunque nunca fue considerado un orador político.

Se dice que su exagerada dedicación al cargo de gobernador lo hizo descuidar sus negocios. Quienes lo conocen dicen que ahí comenzaron sus problemas financieros, que luego se agravaron con el fenómeno de El Niño, de 1997, la plaga de la mancha blanca en el camarón y posteriormente con la crisis financiera, de 1999, que terminaron por liquidar sus avícolas y camaroneras.

Gente manabita que conoce a Fernández dice que en sus buenos tiempos solo comía en los mejores restaurantes y hoteles de Manabí, Guayaquil y Quito pero en sus épocas de crisis se lo vio con frecuencia sirviéndose alimentos en La Carreta, un popular local de Portoviejo.

En los últimos ocho años, desde que dejó el cargo de gobernador, Fernández no participó en actividades políticas, ni se afilió a partido alguno; una de las razones era porque no tenía dinero suficiente para afrontar una campaña política.

En círculos periodísticos y políticos de Manabí se conoce que el ex gobernador adquirió el sobrenombre de El quebrado por las deudas que mantenía con el sistema financiero. Su fracaso dejó en la desocupación a más de 1.500 familias, varias de las cuales emprendieron acciones laborales contra su ex patrono, que derivaron, incluso, en el embargo de la casa blanca, según la revista Vistazo, del 6 de noviembre pasado.

En esto se basa el actual gobernador de Manabí, Robert Chávez, para asegurar que Fernández no donó en el 2002 “un solo centavo” a la campaña electoral de su partido, Sociedad Patriótica. Aunque Chávez sí reconoció que vio en varias ocasiones al ex empresario en la campaña presidencial apoyando, “pero no como dirigente”, al partido de gobierno Sociedad Patriótica (SP).

En la primera vuelta electoral, de octubre del 2002, Fernández entra en la política nuevamente para apoyar a su hija María José, quien se candidatizó como diputada por el partido Patria Solidaria, del ex presidente Osvaldo Hurtado, a quien, paradójicamente, hace 20 años increpó en duros términos en el aeropuerto Reales Tamarindos cuando fue Jefe de Estado, por tener abandonada a Manabí, que sufrió los embates del fenómeno de El Niño de esa época.

Tras el fracaso electoral de Patria Solidaria, Fernández dirigió su mirada, en la segunda vuelta, al binomio de la Lista 3-18, mientras que su hermano Luis Fernández apoyaba a los candidatos, a través del acercamiento que tenía con gente del Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE), que promocionaba a Gutiérrez.

Fuentes de SP sostienen que el acercamiento de Fernández a la campaña se dio principalmente por la amistad que tenía con Palacio, a quien conoció en el gobierno de Durán-Ballén, pero que no hubo aporte económico. El Vicepresidente aclaró que “luego de transcurridos los años, lo volví a ver (a Fernández) en la provincia de Manabí al inicio de la campaña electoral y después de haber acudido a un canal de televisión”.

Posteriormente en la segunda vuelta, volvió a verlo, “como uno más de los miles de adherentes que tuvimos en esa etapa de la campaña”.

En círculos sociales manabitas se comenta que la actual detención del ex gobernador, por el presunto delito de narcotráfico, marca dos épocas: la del empresario exitoso buscado por los políticos y la del endeudado abandonado por esos políticos.