Muchos “si” quedan en el aire sobre los hechos que desembocaron en la muerte violenta de un ecuatoriano en el puerto de Barcelona, España, hace más de un año: “si” no se hubiera confrontado con los conserjes, “si” no hubiera estado ebrio, “si” no hubiera sido sudamericano...
Los detalles de esta historia abarcan desde las leyes penales comunes hasta connotaciones raciales y culturales, tal es el caso que la fiscalía exigía que se sancionara como racismo el móvil del crimen.
Provocar la muerte de un ser humano, sea cual sea su origen, merece la máxima condena, mas queda un sabor amargo al conocer las circunstancias en que se originó la fatal reyerta de borrachos. Pelea que pudo ocurrir en cualquiera de nuestras ciudades donde el alcohol y el descontrol es catalizador del odio.
Publicidad
Es sabido que las drogas ilegales campean en las noches europeas; es muy probable que los agresores del ecuatoriano hayan estado dopados, pero nadie lo mencionó.
Otras noticias hablan de enfrentamientos pandilleros en el extranjero, con ecuatorianos; todo esto es vergonzoso. Es triste la muerte de un compatriota, pero también me enfurecen aquellos que empañan la imagen de trabajo sacrificado y honradez, que mucha otra de nuestra gente sí se ha ganado con justicia.
Sin embargo, es más noticia un desafortunado individuo con mala borrachera en el lugar equivocado, que padres ecuatorianos que soportan vejaciones en Europa para sacar adelante a su familia. Si eso es el “sueño europeo” que se persigue, caminamos aceleradamente hacia el fracaso.
Galo Gabriel Benites Mendoza
Guayaquil
Publicidad