En una larga y solemne ceremonia realizada en la Plaza de San Pedro, el papa Juan Pablo II presidió ayer la ceremonia de beatificación de otros cinco religiosos: dos españoles, un italiano, un belga y una francesa, en un paso previo a la santidad.

La voz del Pontífice sonaba enérgica cuando se dirigió desde el atrio de la Basílica de San Pedro. A diferencia de otros actos en que Juan Pablo se mantuvo inmóvil sentado en su silla, en un momento se arrodilló y oró en silencio por varios minutos.

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Sin embargo, el Pontífice solo leyó las oraciones de inicio y cierre de su homilía, para permitir que sus asistentes leyeran gran parte del discurso en español, francés e italiano. Pero al concluir la ceremonia, de dos horas de duración, su voz comenzó a apagarse.

El acto del domingo fue el 14º de beatificación desde que Juan Pablo fue pontificado en 1978. Unos 1.320 fieles han sido sometidos a este proceso, incluidos los  cinco de ayer.

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En su homilía, Juan Pablo comparó a la Iglesia con un templo espiritual edificado de   piedras vivientes, que pertenecen a los fieles, unidos por una fe y comparó a los santos con   piedras preciosas.