El rítmico y contagioso vallenato y la comida colombiana inundan cada vez más la ciudad de Lago Agrio, núcleo  petrolero de Ecuador cercano a la frontera con Colombia, en la selva de la  Amazonía, donde los cafeteros llegan mensualmente por centenares a radicarse o a hacer negocios. 
 
Ya sea porque huyen de la violencia o tienen fines comerciales, el ingreso  de los colombianos a Ecuador por el puente internacional sobre el limítrofe río  San Miguel, 18 km al norte de Lago Agrio, se ha incrementado sustancialmente en  los últimos meses. 
 
"Desde julio pasado está entrando un promedio de 900 colombianos al mes",  indicó a la AFP el policía identificado sólo como Cedeño, mientras por las  ventanas de las oficinas de la policía de Migración, que permanecen abiertas  ante la oleada de calor, penetra el musical vallenato que proviene de un  callejero puesto de venta de discos compactos pirateados, instalado sobre la  acera. 
 
Según José Euceda, representante del Alto Comisionado de las Naciones  Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Quito, de 900 a 1.000 colombianos llegan  mensualmente a Ecuador desde octubre de 2002, frente a 300 ó 400 al mes que lo  hacían antes. 
 
El dialecto de los colombianos es inconfundible en las calles de Lago  Agrio, donde hay variados negocios de gente de esa nacionalidad como el "Bazar  Colombia", que vende de todo, el almacén "Promociones Medellín", que oferta  ropa colombiana al por mayor y menor, y "Un pedacito de Colombia", un amplio  restaurante y panadería. 
 
Algunos de los rótulos están pintados con los colores amarillo, azul y  rojo, de las banderas de Colombia y Ecuador, y los administradores están  prestos a brindar la mejor atención al potencial cliente con el consabido "a la  orden" y la invitación a pasar. 
 
"Preparamos la bandeja paisa (carne y frijoles), la sobrebarriga (carne),  el sancocho (potaje con gallina) (...) todo a lo colombiano", expresó Marlene  Rengifo, dueña de uno de los locales de comida, donde en una nevera permanecen  "bien frías y listas" la malta y el refajo (cerveza con gaseosa) colombiano,  sin que falte una que otra botella de aguardiente. 
 
En las veredas, los sitios informales de venta de ropa, calzado y discos compactos de música importados de Colombia hacen una dura competencia a los  de los ecuatorianos, y se confunden entre los puestos de souvenirs de las  comunidades indígenas de la Amazonia como coronas de multicolores plumas y  bolsos artesanales. 
 
Los avisos de cambio de pesos colombianos por dólares, que circulan en  Ecuador, también se abren espacio. "Venga, venga, le doy el dólar a 2.650  pesos", manifestó Sandra Mayorga, una cambista que está sentada fuera de su  despacho jugando con su pequeño hijo, Edwin Patricio. 
 
Mayorga, una ecuatoriana que anota que "ayer el cambio estaba a 2.630 pesos  y hoy subió 20 puntos", dijo haberse convertido en cambista de moneda hace dos  años pero que el "negocito está muy malo porque los colombianos vienen a Lago  Agrio ya no para comprar sino más bien para vender porque les atrae el dólar". 
 
"No hay mucha circulación de pesos. Los colombianos ahora están trayendo  mercadería de su país, que es más barata, y venden con buenas ganancias al  recibir dólares (Ecuador dolarizó su economía en marzo de 2000)", agregó la  mujer. 
 
Otra cambista vecina, la ecuatoriana María Robayo, vende el dólar a 2.700  pesos, una cotización más alta a pesar de que sabe que "los colombianos ya no  quieren dólares porque ellos mismos los buscan con el comercio". 
 
"Aquí está mas caro que allá (en Colombia), ya nadie invierte por acá y los  colombianos traen cosas más baratas", anotó. 
 
Según el ACNUR, unos 19.200 colombianos han solicitado refugio en Ecuador  desde enero de 2000, siendo aceptados cerca de 5.000.