En una esquina de las bodegas de la Brigada de Apoyo Logístico, Destacamento El Corazón, BAL 25, en Machachi, se encuentra una parte de los lanzacohetes antitanques de las Fuerzas Armadas ecuatorianas (FF.AA.).
Están ubicados uno sobre otro, pero de manera tal que todos reciben una adecuada circulación de aire. Son los “Rocket 66mm Antitank M72-A2” o lanzamisiles, de fabricación estadounidense. Son conocidos también como cohetes “LAW” o Clate: Cohete Ligero Antitanque.
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Tienen la forma de un tubo de escape; desplegados miden 89 centímetros y cuando no, 60 centímetros; pesan 2,5 kilogramos. Se disparan ubicándolos en el hombro de una persona, ya que de esa forma se puede utilizar la mira para fijar el objetivo.
Esas municiones, similares a las que según el presidente Álvaro Uribe fueron vendidas a los grupos insurgentes de su país por miembros del Ejército ecuatoriano, son parte del material bélico que está disponible y listo para ser utilizado por los militares.
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El teniente Franz Aguello, experto en este armamento, explicó que los cohetes salen del lanzamisil a una velocidad de 140 metros por segundo; al impactar en el tanque lo perfora unos 35 centímetros y produce un calor de 1.200 grados centígrados, en pocos segundos, con lo que rompe su blindaje y este explota.
Para explotar debe chocar contra algo muy duro: una pared, un automóvil, un árbol... Al impactar en una persona, por ejemplo, el cohete no explota, pero puede producir la muerte, debido a la fuerza con que choca.
Su empaque es de fibra de vidrio. Una vez usado el cohete, el cartucho debe ser dado de baja, ya que no puede ser reutilizado. Esta es la diferencia entre arma y munición. El arma requiere una munición para hacer daño; esta lo hace por sí sola.
Los cartuchos se destruyen reventándolos; previamente se elabora un acta que es firmada por delegados de la Junta de Defensa Nacional, las FF.AA., la Contraloría y el Ministerio de Economía.