“La obligación y el privilegio de encaminar a los niños en la fe recae, por mandato divino, sobre los padres. Por lo tanto, es un asunto familiar que involucra el amor de los propios progenitores para con Jehová Dios y su deseo de inculcar este amor en sus hijos, por palabra y por ejemplo, estudiando la Biblia juntos”, dice Marco Brito, miembro de la sucursal del templo Los Testigos de Jehová.