En barrios marginales y algunos de clase media no es extraño ver en las mañanas un ‘rebaño urbano’ de dos a cinco cabras criollas con ubres que casi rozan el suelo. Las fábricas y carros repartidores de ojos vivos y saltones con la sala de ordeño móvil, se financian con la venta del vasito de leche a 50 centavos a una clientela necesitada de sus bondades nutricionales, en especial la beben por su fácil asimilación.