Los modelos cobran hasta un 300% más cuando se trata de desfiles de lencería. Sus cuerpos deben estar en mejor forma. Medellín, Colombia, es el referente latinoamericano.

Acá no es común. ¿O acaso usted ha visto que diariamente haya en Ecuador eventos donde hombres y mujeres de espigadas figuras y perfectas medidas exhiban ropa interior con la mayor naturalidad y sin gota de vergüenza? Pasa, sí, por ejemplo, en Medellín, Colombia, una ciudad en la que se suman las agencias de modelado con esta especialidad y es referente en América Latina. “Es más rentable”, repite Luisa Raigosa, de 21 años y seis dedicados al oficio de moverse por las pasarelas con los trajes más diminutos. Al respecto, según las casas de moda colombianas, los costos de los modelos suben hasta en el 300%.  “Si debo ponerme ropa normalita, o más ropa, se cobra menos”, admite la joven de Medellín, que está de paso por Guayaquil, al igual que diez profesionales más de la pasarela.

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Sus cuerpos deben estar mejor cuidados, “ser estructurales y esculturales. Modelar ropa íntima es algo completamente distinto”, explica la diseñadora Paula Gómez, coordinadora del Área de Desarrollo de Productos de De Prati. De hecho, esta tienda tuvo que contratar –por un precio no revelado- a once jóvenes extranjeros para que presenten cinco marcas de lencería hoy en la Urna de Cristal del Malecón 2000. Diez de ellos dan sus testimonios.