Suecia siempre se ha ufanado de pertenecer a la vanguardia europea,  se ve a sí misma como un país más igualitario, más tolerantes con temas como el sexo, respetuoso hacia las mujeres y distanciado de las guerras. Una tierra, en fin, tan segura y sólida como un automóvil Volvo.
 
De hecho, esta certeza se ha arraigado tanto que ahora le provoca un grave dolor de cabeza al gobierno.
 
Y es que, el 14 de septiembre, Suecia deberá tomar una importante decisión: Un referéndum debe decidir en esa fecha si el país adopta el euro, la moneda común de la Unión Europea (UE) que la integran 15 naciones.
 
Los opositores sostienen que, al igual que Gran Bretaña y Dinamarca, es mejor que Suecia se mantenga al margen. Adoptar el euro, consideran, es otro paso para conformar un superestado europeo que atará las manos suecas para fijar tasas impositivas y mantener su generoso sistema de bienestar social.
 
El gobierno argumenta que rechazando al euro, el país de nueve millones de habitantes corre el riesgo de convertirse una fuerza marginal en el nuevo y vasto bloque europeo sin fronteras.
 
Actualmente el voto afirmativo va a la zaga del negativo por un 10 o un 15 por ciento, según las encuestas más recientes, lo que significa que el primer ministro Goeran Persson y su Partido Social Demócrata deberán realizar una dura campaña para cerrar la brecha si quieren que el euro resulte triunfador.
 
Pero la situación no es tan sencilla como parece 
 
Los funcionarios deberán restar importancia a una reciente tendencia económica que muestra mejores estadísticas de crecimiento de desempleo en Suecia que en el promedio de la UE, y al mismo tiempo convencer a los votantes de que el   modelo sueco ya no es lo que solía ser.
 
Aunque el sistema de bienestar social aún es importante, se acabaron los días en que los colegios estatales, hospitales y servicios sociales eran la envidia de los vecinos europeos que intentaban recuperarse de las dos guerras mundiales. Lo que antes distinguía a Suecia, ahora es la norma en numerosos países europeos.
 
Hasta la década de 1980, Suecia estaba entre los cuatro países con más poder adquisitivo por persona, al compararla con las 15 naciones que ahora integran la UE. Luego cayó al puesto número 11, sólo por encima de Gran Bretaña, España, Portugal y Grecia, de acuerdo con estadísticas oficiales de la UE.
 
Creo que ha quedado la noción de la década de 1970 de que Suecia tiene un sistema de bienestar social mucho mejor, dice Stefan Foelster, economista de la Confederación de Emprendimientos Suecos, que representa a empleadores y respalda la adquisición del euro como moneda.
 
En realidad, el cuidado de la salud y los colegios son peores que en países de Europa central como Alemana, Francia, Holanda y Bélgica, opinó.
 
Lo que queda del modelo sueco es la menor tasa de mortalidad infantil de la UE, una mayor expectativa de vida masculina y la mayor cantidad de mujeres en el Parlamento, que asciende al 46% de la presencia legislativa .
 
Desde la perspectiva de la mujer, Suecia está mucho más avanzada que Europa, sostiene Maj-Britt Theorin, que se opone al euro.
 
Theorin cree que cambiar la moneda sueca por el euro es el primer paso hacia una política común de impuestos y el fin de los beneficios que otorgan a la mujer 480 días de licencia por maternidad y le permite combinar el trabajo con la vida familiar.
 
Perderemos el progreso que hemos conseguido en los últimos 30 años, dice Theorin.
 
El primer ministro Persson insiste en que Europa debe escuchar la voz de Suecia.
 
Por supuesto que no siempre podremos salirnos con la nuestra, declaró en un discurso del 3 de agosto.   Pero tenemos una buena reputación. Nos escuchan cuando tenemos argumentos sólidos.
 
Pero su propio Partido Social Demócrata, que modeló el sistema de bienestar estatal a lo largo del siglo XX, está dividido.
 
Cinco ministros del gabinete se han manifestado por el no, aunque han acordado no hacer campaña contra el euro para evitar una división del partido y el gobierno.
 
La disputa ya ha afectado a la campaña en favor del euro, considera el ex primer ministro conservador Carl Bildt, quien acusa a los socialdemócratas de fortalecer el sentimiento anti-europeo en Suecia.
 
La superioridad del sistema de bienestar social sueco es un mito, comenta Bilt.   Hace 25 años éramos uno de los países más ricos del mundo. Ahora somos un país con ingresos medios en Europa. Sólo nos ubicamos por delante de unos pocos países mediterráneos.
 
El temor de perder la soberanía es la causa esbozada por un pequeño grupo de derecha para rechazar el euro, mientras la mayoría de los opositores pertenecen a grupos de izquierda que defienden el sistema de beneficios sociales.
 
Voy a votar por el no, admite Ronny Eriksson, un comediante de 50 años.   Quiero una sociedad en la que los bienes fundamentales pertenezcan a todos, y que todos paguemos por ellos. En la Unión Monetaria Europea no están interesados en esto.
 
El sentimiento antieuropeo de los suecos se remonta a 1961, cuando el primer ministro Tage Erlander, de los socialdemócratas, rehusó integrarse al naciente bloque europeo.
 
Suecia finalmente se incorporó a la UE en 1995, junto a Finlandia y Austria.