Lo que ahora sucede es que la ausencia de respuestas en mejora de la calidad ya hace crisis. Los perjudicados abundan y han dejado de ser esa masa amorfa a la cual no han prestado correcta atención los técnicos y funcionarios estatales que conocían la extrañeza de los consumidores.
Todo debe aclararse con nítida investigación sin que se dilate al extremo de que se olviden las rectificaciones o se apliquen medidas superficiales de supuesta corrección.
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Necesitamos conocer por qué están presentes factores que debilitan el combustible.
Aunque partiendo de perjuicios al público, debe extraerse la enseñanza de las obligaciones que tienen para el país los departamentos estatales encargados de garantizar confianza en calidades y precios al sector consumidor.
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Hay que examinar sin lentitudes timoratas cuánto debe modificarse para que cambien las rutinas y despreocupaciones que se amparan en excesiva centralización de decisiones ejecutivas y gestiones burocráticas de control de calidad.