La hija del extinto presidente chileno Salvador  Allende, Isabel, presidenta de la Cámara de Diputados, confesó que tardó 17 años en  admitir que su padre se suicidó y no fue asesinado durante el golpe que lo derrocó e instaló la dictadura de Augusto Pinochet.

“Estuve convencida que lo habían matado, le confieso que hasta el año 90, porque hubo versiones muy confusas”, dijo la congresista en una entrevista que  difundió ayer  diario El Mercurio.

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El socialista Salvador Allende, elegido gobernante en las urnas en 1970, se disparó en la cabeza con una metralleta en un salón del palacio presidencial de La  Moneda, cuando las tropas golpistas doblegaron la resistencia leal la mañana del 11 de septiembre de 1973.

Uno de los guardaespaldas de Allende dio la versión del asesinato a su llegada a Cuba y eso indujo al mandatario Fidel Castro, “en un discurso muy emocionado, pero erróneo”, a asegurar la comisión del homicidio, aceptado en el mundo por largo tiempo, señaló.

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“Me convencí (del suicidio) el año 90 cuando mi padre fue exhumado (para trasladarlo de tumba)”, precisó la diputada, que a la caída del gobierno allendista se asiló en México.

El médico Patricio Gijón, que permaneció junto a Allende en el combate por La Moneda, fue el único testigo del suicidio, pero su relato fue desacreditado por largo tiempo.

“Admito que desconfié de él (...) pero tuve oportunidad de pedirle perdón por haber pensado así”, dijo Isabel.
Agregó que la muerte de su padre “fue de gran dignidad”.

Él siempre decía: “Yo no seré jamás como esos presidentes que salen al exilio arrancando, poco menos que en pijama, que toman el primer avión y se refugian afuera”, señaló la legisladora.