El sismo de 7.1 grados en la escala de Richter afectó la zona norte de Manabí y se sintió en todo el país.

Cinco años después del terremoto que sacudió a Bahía el 4 de agosto de 1998, ha desaparecido el nerviosismo, la ansiedad, inseguridad, temor e inquietud que afectaron a los pobladores en principio; sin embargo, la reconstrucción ofrecida a la ciudad está a medias y las secuelas sociales a causa del sismo han comenzado a evidenciarse.

El alcalde, Leonardo Viteri Velasco, afirma que ninguno de los tres gobiernos que ofrecieron ayuda inmediata o a corto plazo, los de Fabián Alarcón, Jamil Mahuad y Gustavo Noboa, cumplieron sus promesas. El primer personero asegura que la situación ha empeorado con el presidente Lucio Gutiérrez.

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La reparación del hospital Miguel H. Alcívar, el Museo del Banco Central, el edificio de Pacifictel y de la cárcel local son referidos por Viteri como las únicas obras importantes de reconstrucción pública en todo este tiempo. Está en espera la construcción del nuevo colegio Eloy Alfaro, centenaria institución, cuyos estudiantes asisten a clases en aulas por toda la ciudad.

Hoy, la mayoría de las edificaciones lucen renovadas. Cerca de 40 condominios que se levantan en el norte de la urbe, y que pertenecen casi en su totalidad a ciudadanos quiteños, fueron reparados, solo el Cabo Coral –en poder de la Agencia de Garantía de Depósitos (AGD)– constituye una amenaza para quienes transitan por sus alrededores.

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Los lugareños no se han quedado atrás y con dificultades económicas también pudieron reconstruir sus viviendas, aunque “todavía a diario se recogen escombros de casas que se siguen reparando de a poco”, dice Iván Aguirre, director de Higiene Municipal.

Pero lo que no puede verse es lo que no ha sido reparado y constituye el principal problema: la tubería del sistema de alcantarillado sanitario y pluvial, que ya era obsoleto antes del movimiento telúrico, fue fracturado por el terremoto. Igual suerte ocurrió con el viejo acueducto de hierro dúctil que conduce el agua potable hasta la ciudad.

Más problemas
En julio pasado los problemas se evidenciaron más. Olores nauseabundos emanan de las alcantarillas y durante largos periodos se suspende la distribución de agua, lo que provoca la desesperación ciudadana.

Para el primer mal solo se cuenta con el vehículo hidrocleaner (sifonero) del Cabildo, que evacua los residuos constantemente. “Ese es el único mantenimiento que podemos dar”, dijo el jefe de Alcantarillado, José Falcones.

Para el segundo mal el remedio es irritante: dos lentos y viejos tanqueros municipales venden agua a 0,25 dólares el tanque y a 9 dólares el tanquero lleno.

Las secuelas sociales son evidentes. Aunque aún sigue como una ciudad segura, la delincuencia apareció en el último lustro en Bahía, a causa de la depresión económica en que quedó.

Viteri explica que la inversión en el área turística,  impulsada por empresarios quiteños principalmente, decayó a raíz del terremoto. “Esa era una fuente importante de ingresos, pero con el terremoto y el fenómeno de El Niño, colapsó la economía local”, indicó el funcionario.

TELÚRICOS

MAPA DE RIESGOS
La ciudad de Bahía cuenta con un mapa de riesgos elaborado por la Defensa Civil. Las zonas identificadas como vulnerables son en el 90% barrios asentados en los cerros.

FAMILIAS REUBICADAS
Luego del sismo, alrededor de mil familias se reubicaron en distintos sectores urbanos; existen dos ciudadelas conformadas por ex damnificados, Mangles 2000 y Fanca.

SISMO PREMONITOR
Una hora y media antes del terremoto más fuerte (7.1 grados) hubo un sismo premonitor, que provocó que los ciudadanos salgan a las calles; esto evitó desgracias personales al desplomarse las paredes de las casas y edificios.

BALNEARIO ESTÁ CON OTRA IMAGEN
Canoa, balneario ubicado a 20 kilómetros de Bahía y también afectado por el terremoto, se muestra recuperado. Su economía gira en torno al turismo y ecoturismo, hay una docena de hoteles y hostales construidos después del fenómeno.