Este Diario inicia hoy una serie de reportajes sobre Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, con motivo de la semana de la Comunidad Andina, que se da en nuestro país.
Una placa pegada en la pared terrosa tiene la leyenda “Mina María, fundada el 16 de julio de 1852. Altitud, 4.242 metros sobre el nivel del mar (msnm)”. A un costado, Marisa y Moisés Guancanay, niños forrados en polvo y ropas desgarradas, ofertan pedazos de rocas de plata, zinc y plomo, a 2 bolivianos el lote, unos 20 centavos de dólar.
Publicidad
El silbido del viento y los síntomas de la altura no opacan la mezcla de estremecimiento y emoción que se siente en las puertas de una de las minas del legendario Cerro Rico, orgullo de Potosí.
La colina, que al verla de lejos parece una estatua pelada, fue desde el incario, pasando por la Colonia y la etapa republicana, el centro de la codicia de miles de bolivianos y extranjeros. Fue también, y de alguna forma lo es hasta ahora, centro de esclavitud. De aquí se extrajo la plata con la que se fabricaron monedas de países europeos y americanos.
Publicidad
Hoy, pese a que la minería se mantiene, no en el mismo nivel de antaño, los potosinos convirtieron a Cerro Rico en un atractivo turístico. La María y otras son minas-museo, a las que acceden un promedio de 800 visitantes al mes.
Al volver la mirada, se tiene a los pies la ciudad, una de las más altas del mundo (4.150 msnm; la más alta es Cerro de Pasco, en Perú, a 4.337 msnm) y que ostenta el título de Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad, reconocimiento que también tiene Sucre. Las dos urbes junto al Salar de Uyuni y el lago Titicaca, son el imán turístico de Bolivia.
Para acceder a la mina María vestimos traje impermeable y un casco que tiene pegada una linterna. Marco Antonio Escobar, minero convertido en guía turístico, muestra además el pertrecho útil para el ritual previo al trabajo: hojas de coca, aguardiente y cigarrillos.
La hoja de coca es para los bolivianos como el chicle para el niño. La mastican los mineros durante toda su jornada y no sienten cansancio, hambre ni sed, refiere Escobar. El producto se lo comercializa libremente en los mercados, a tres dólares la libra. Un sabor amargo y amortiguamiento en la lengua, sentí al masticarla.
Todo minero entrega sus ofrendas a la Pacha Mama (tierra), a Tata Caychu (Jesucristo) y al Tío (diablo). A la entrada del socavón, se arrojan trago, en el piso, y sangre de llama, en las paredes. Es un homenaje a la Pacha Mama, para que la jornada sea productiva y no haya muertes.
Unos 20 metros adentro está una gruta con un crucifijo. Aquí se depositan hojas de coca para pedir bienestar.
El túnel sigue y a 40 metros está el Tío. Es la figura de un hombre hecha con barro y pintada de rojo; tiene cuernos en su frente y cascos en sus pies. En este sitio se hace la challa (adoración), que consiste en fumar e ingerir licor. Se cree que el Tío es el amo de la beta (hilo de cualquier metal incrustado en la roca). Él da la suerte, o la niega.
Esta ceremonia resume parte de la cultura boliviana, caracterizada por un respeto sin medida a la Pacha Mama, a Dios y a lo sobrenatural. En Bolivia, las costumbres y creencias están más vivas que en otros países. Omar Aldayuz, de Televisión Boliviana, cuenta que incluso cuando un grupo de amigos va a beber, la primera copa se la echa al piso, para la Pacha Mama.
Potosí es una ciudad andina de calles estrechas y casas coloniales. Siempre vivió ligada a la minería, con su bonanza y decadencia. La población, en la época colonial estaba partida en dos. Del río hacia el norte residían los esclavos mineros; en el sur, los potentados.
Hay una calle conocida como De los lamentos. Por ahí iban a las minas los niños y jóvenes esclavos mientras las madres lloraban. Una forma de contrarrestar el dolor era acudir a las iglesias. En la Colonia hubo 33, hoy 24, todas con estilo colonial.
En el centro está la Casa de la Moneda, un palacio con techos de teja construido entre 1759 y 1773 por orden del rey Carlos III de España, testimonia el guía Florencio Estrada. Tiene 7.560 metros cuadrados y en su interior funciona un museo que guarda monedas, moldes, engranajes de laminadoras y las huellas del sacrificio y muerte de los esclavos.
RUTAS
VUELOS
Para viajar a La Paz, Bolivia, desde Quito o Guayaquil, no hay vuelos directos. La compañía Taca transporta con una escala de unas cuatro horas en Lima. También se puede tomar la ruta Lima-Santa Cruz-La Paz. El aeropuerto está en El Alto, ciudad situada junto a La Paz. Desde Guayaquil el costo del pasaje es de $ 394.
PASAJES
Uno de los requisitos para ingresar a territorio boliviano, por vía aérea, es con el boleto de retorno. Exigencia para los ecuatorianos, exclusivamente. No se requiere de visa, solo pasaporte o cédula.
INTERNOS
Aero Sur y Lloyd Aéreo Boliviano realizan vuelos diarios entre La Paz y Sucre. El pasaje cuesta 400 bolivianos, aproximadamente 60 dólares. De Sucre a Potosí, la movilización es por carretera.
HOTELES
En La Paz hay hoteles de toda categoría y sus costos promedian desde 10 dólares por persona a 140. En Sucre y Potosí, el hospedaje promedia los 20 dólares por persona.
COMIDA
Uno de los platos que más se oferta es la sopa de quinua.
LEA MAÑANA: EL VALLE DE SIPÁN, EN PERÚ, CON LOS RESTOS DE UNA DE LAS CULTURAS MÁS ANTIGUAS DE LA REGIÓN.