Le gusta la música clásica y alegre, los vegetales y la historia, cree que el amor a Dios salvará al mundo.

A los 6 años recibió la llamada de Dios, confiesa monseñor Luis Arias Altamirano. Con voz calmada y tranquila, como respirando las palabras, se va de viaje por su vida, el tiempo le ha regalado mucha alegría.

El amor por la religión se lo debe a su familia. Desde pequeño, en la mañana y en la tarde siempre estaba metido en la iglesia, ahí sintió la atracción de permanecer en ella para toda la vida.

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Hombre de pelo pequeño y cano peinado hacia atrás, que mira directo con sus ojos achicados, que de vez en cuando pareciera que se le cierran.

Han pasado los años y en su semblante se percibe, las cejas pequeñas, un poco de papada y las arrugas inevitables que informan que la juventud se fue. Su nariz algo aguileña y el tono de la piel que se adquiere por tanto sol y trabajo.

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Nació en Guamote, Tungurahua, hace 76 años, pero a los 41 días ya estaba en Guayaquil. Sus padres, Carlos Alberto Arias Brito y Zoila María Altamirano Lombeida, se quedaron viviendo en Guaranda, porque su padre trabajaba en el ferrocarril.

Estudió en la escuela de los Hermanos Cristianos La Victoria y en la San José, que funcionaba donde ahora es el Grand Hotel Guayaquil. “Eso fue por el 32”, dice muy seguro de las fechas. Aunque su primera aventura escolar fue en la Simón Bolívar.

En 1938, habló con el 8º obispo de Guayaquil, monseñor José Félix Heredia, para indicarle que deseaba ser sacerdote, estaba en 4º grado de la escuela. Monseñor Heredia le aconsejó que terminara la primaria. Cuando lo hizo, recibió una invitación para residir en la curia diocesana.

En la habitación donde charlamos cuelgan cuatro plumillas sobre Guayaquil, de Roura Oxandaberro, dos estampas de la vieja catedral en diferentes ángulos y el conchero en el barrio Villamil. Sobre la pared de la izquierda una biblioteca mediana con libros sobre leyes y derecho canónico.

Mientras se balancea despacio sobre un sillón de tono café sigue en su relato. Ingresó a la curia el sábado 14 de junio de 1941, tiempos de guerra con el Perú, días complicados.

Tenía casi 15 años y deseaba prepararse para luego irse al seminario menor. Le tocó llevar el telegrama que enviaba monseñor Heredia al padre Rocha, donde se le concedía permiso para acompañar desde Pasaje, El Oro, a los soldados que iban a la guerra.

En su hablar despacio hay cierta paz que se siente presente. “Siempre he estado convencido de mi vocación, dice. Por su trato amable y respetuoso nadie podría imaginar que fue capellán del Club Sport Emelec durante seis años. En algún lugar guarda la foto cargando el trofeo del campeonato del 79 con Eduardo el Òato García.

Viajó con Emelec a Cali y Bogotá en Colombia. Riendo –es la primera vez que lo hace– recuerda que al Santa Fe le ganaron 2-1, mientras en una noche de infinita lluvia El América los goleó 5-1. Fue algo curioso, porque la lluvia solo se detuvo durante el descanso entre los dos tiempos del partido.

De esos años recuerda a Torres Garcés y en especial a Lupo Quiñónez, quien se llenaba las piernas de estampitas religiosas. “En el fútbol existe mucha devoción”, admite.

El 1 de octubre del 41 ingresó al Seminario Menor San Luis de Quito, que era regentado por los sacerdotes Lazaristas, donde realizó estudios clásicos como latín y griego, estuvo hasta el 47, luego pasó al Seminario Mayor de San José en el cual estudió filosofía, teología y demás materias de enseñanza superior.

Se convirtió en sacerdote el 28 de junio de 1953 en la iglesia San José y celebró se primera misa el 29 en la Catedral.

Designado coadjutor de la iglesia del Santísimo Sacramento hasta agosto de ese mismo año, posteriormente fue nombrado prosecretario de la Curia por Monseñor Heredia y ratificado por monseñor César Mosquera Corral.

Su larga vida lo ha llevado como capellán del colegio La Providencia, de la Comisión de Tránsito del Guayas.

Monseñor Bernardino Echeverría lo nombró Canciller de la Curia en 1969. Fue párroco de Santa Ana de Samborondón y fundó la iglesia San Pablo Apóstol en La Saiba. Ha escrito algunos libros de carácter histórico y otros sobre evangelización.

No le alcanza el tiempo para agradecer a todos los que han enriquecido su vida, pero insiste en recordar a sus padres, profesores, obispos y sacerdotes, los doctores que le ayudaron con su enfermedad y les pide a los fieles que no se olviden de ir a misa.

HOMENAJE

EUCARISTÍA
Con la celebración de una eucaristía a las 08h30 en la iglesia San Pablo Apóstol de la ciudadela La Saiba, Mons. Luis Arias Altamirano celebra 50 años de sacerdocio.

ORDENACIÓN
Arias recibió el sacramento de la orden sacerdotal el 28 de junio de 1953 en la iglesia San José de Guayaquil.

PROCEDENCIA
Monseñor Arias es nacido en Guamote, provincia del Chimborazo, en 1926.

CANCILLER
Es el canciller de la curia y editorialista de Diario EL UNIVERSO.