Algunos lo hacen para atemorizar y acallar la voz de los que cuestionan sus errores; otros, con el propósito de desviar la atención de los ciudadanos, que mañana podrían pedirles cuentas por su gestión.

En ambos casos, sin embargo, se coincide en insinuar que mejor sería que los periodistas criticasen menos y aplaudiesen más.

La prensa en los países democráticos no está allí para alabar a los políticos, ni para aplaudir a los mandatarios, ni mucho menos para lisonjear a los poderosos.

Publicidad

Su papel es informar y formar opinión.

El país está consciente de que no hemos terminado de salir de una de las peores crisis de nuestra historia, y de que varias de nuestras instituciones fundamentales quedaron seriamente lastimadas en los últimos años. ¿Qué ocurriría, en esas circunstancias, si la prensa seria retrocediese, ella también, ante las presiones políticas? Sería como extender un certificado de defunción a la poca credibilidad que sobrevive en nuestro medio.

No hay espacio, entonces, para que los medios de comunicación abandonen su tarea de informar y formar opinión. No esperemos de ellos nada más, pero tampoco nada menos.