Ser padre, a más de un privilegio y una bendición de Dios, es una gran responsabilidad.
Manifestar nuestro afecto: besar, abrazar, decir “te quiero” a nuestros hijos, no es dejar de lado la firmeza de la autoridad.

Amar a un hijo es llenarle la vida de momentos compartidos, respetando su espacio y decisiones, conociendo sus intereses, apoyándolo en sus empresas diarias, elogiándolo y manifestándole lo orgullosos que estamos de él.

Si esto lo hacemos desde que es niño, estaremos sembrando una buena identificación con nosotros, y cosecharemos su confianza.

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El afecto desarrolla la autoestima del niño y la seguridad (factores psicológicos, pensamientos, sentimientos, actitudes y otras características afectivas de una persona que influyen en su comportamiento), elementos determinantes para el desarrollo de su personalidad.
Las exigencias de las nuevas sociedades demandan de una nueva generación más fuerte, con mejor rendimiento, más práctica, capaz de resolver problemas, más analítica y creativa, con aspiraciones y objetivos concretos, deseos de superación motivados por ideales generados por una herencia maravillosa de sus padres.
¿Cuánto nos cuesta dar afecto y tiempo a un hijo?  Padre es recordar lo que nos hizo sentir bien y lo que nos abochornó; es comprender y poder generar ahora, una mejor entrega afectiva y formativa.
Psi. Lupercio Castillo Ponce
Guayaquil

Solo el amor de un padre a sus hijos permanece siempre igual, es más, crece con el tiempo y la distancia.
Hay padres que por diversas circunstancias están lejos de sus hijos, pero la lejanía no impide que lleve en el corazón a los vástagos en cada instante de la vida.
Cristóbal Contreras
Guayaquil