Yo, embarazada, conversaba en la acera de mi casa, cuando de pronto me vi tumbada al piso por un perro de raza boxer de propiedad de una vecina, quien junto a su empleada acostumbra a sacar a correr por la calle al animal.
Mientras yo era atacada ellas miraban el “espectáculo” sin atinar ayudarme. El animal me soltó cuando quiso. Me sangraban los codos y las rodillas. Al día siguiente tuve un chichón y hematomas.
Nunca recibí una nota, ni disculpas de la dueña de ese animal, aunque en el fondo eso no habría borrado de mi cuerpo y mente lo sucedido.
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Las personas que dicen que cierta raza de perros ataca cuando se los maltrata o agrede, ¡están equivocadas!
Alguna autoridad debería preocuparse por difundir educación a los propietarios de perros para que sean más cultos y considerados, y solo los saquen a la calle con cadena o correa, y según la raza, con bozal. No hay derecho a sufrir ni siquiera un susto, peor una agresión de este tipo. No quiero imaginar si en vez de haber sido yo la atacada, hubiera sido uno de mis hijos.
Jéssica Torres Intriago
Guayaquil