Caminando sobre tablas que crujen, en el segundo piso de una vetusta casa de la calle Arenas (sede de la Unión General de Trabajadores del Ecuador-UGTE, en el centro norte), unos doce sindicalistas conversan pausadamente. En un cuarto permanecen pintadas cinco pancartas de tela roja con letras blancas. Viva el Día del Trabajo, dice en una de ellas. ¿Y dónde está el frenético movimiento que había el día previo a la marcha del 1 de Mayo?
Patricio Aldaz Tobar, de 47 años, sindicalista desde los 18, pretende explicarlo. “En el sector público donde no hay tanta restricción como en el sector privado”, dijo.
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Era de los dirigentes que debían cambiarse de casa para no ser detenido por agentes del Gobierno bajo la acusación de ser “arma huelgas”. Ahora tiene una pequeña imprenta donde se elabora el periódico para la UGTE, donde es su asesor. Aldaz quedó con el “estigma de dirigente sindical” y por ello no ha conseguido empleo. Para sobrevivir tuvo que montar su propia oficina.
¿Este es el paradigma que deben seguir los jóvenes dirigentes?, preguntamos. Aldaz medita. Se queda callado. “Es que hay enormes diferencias entre el sindicalismo de los 80 con el actual. Todo cambió desde que se aprobaron las reformas al Código del Trabajo y la flexibilización laboral, en 1991, en el gobierno del presidente Rodrigo Borja y la presidencia del Congreso Nacional de Fabián Alarcón.
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“Esas reformas elevaron la base de organización sindical de 15 a 30 miembros; se eliminó la huelga solidaria y se estableció que pueden hacer un sindicato únicamente quienes tienen dependencia laboral, por tanto, las empresas comenzaron a contratar empleados a otras compañías: la tercerización laboral desgranó el sindicalismo”.
Aldaz también aceptó que las exageradas pretensiones de los llamados sindicatos dorados, asentados en el sector público, causaron daño a la imagen del sindicalismo. Pero él divide el tema en dos partes. Una, sostuvo, es la satanización del sindicalismo. Otra, los excesos en los beneficios de empleados de sectores como el Banco Central del Ecuador, Superintendencia de Bancos, Contraloría, trabajadores petroleros, muchos de esos ni siquiera son sindicalizados.
Ante este panorama, ¿qué le espera al sindicalismo ecuatoriano?: “Está recuperándose. Buscamos reconquistar los derechos de los trabajadores. Se han presentado proyectos de ley para hacer cambios, ya que la Constitución garantiza los derechos sindicales”.