Las mujeres esperan la llegada de sus esposos para lavar y secar la paja, y luego enviarla a Cuenca para la elaboración de sombreros, carteras, zapatos y otros artículos.
Alrededor de 200 familias se benefician con esta tradicional labor practicada hace años por sus habitantes, quienes al no tener fuentes de empleo crearon su propia microempresa que les permite satisfacer un poco sus necesidades.
Publicidad
Para Antonio de la A –residente del recinto hace 30 años–, Barcelona sobrevive por los trabajos que ejecutan los moradores.
“Las autoridades no pasan por aquí, el negocio de la paja toquilla podría prosperar, pero no tenemos los recursos para hacerlo”, expresó De la A.
Publicidad
Las casas y las cinco calles que conforman Barcelona permanecen destruidas. Las viviendas en su mayoría son de madera y de caña; las vías están llenas de lodo y huecos.
Félix Tomalá, habitante del lugar, comenta que hay una escuela pero no tiene una óptima infraestructura. Otro de los inconvenientes que atraviesa el sector es la ausencia de alumbrado eléctrico y telefonía.
“La única ayuda que hemos recibido por parte del Ministerio de Bienestar Social es la instalación de un comedor popular administrado por la iglesia del recinto, el mismo que de lunes a viernes brinda de manera gratuita comida para las personas de la tercera edad”, explicó Tomalá.
El medio principal que utilizan los habitantes de Barcelona para trasladarse de un lugar a otro es el caballo.
“Para algunos, en ocasiones el trabajo se complica más porque no tienen ni siquiera este medio de movilización y deben caminar por más de dos horas hacia el cerro”, dijo.