“Soy palestino-iraquí. Mi sobrino Jamal Sabbah, de 33 años, vive en Bagdad, pero sabe exactamente qué hacer para protegerse de los bombardeos de Estados Unidos, pues la Guerra del Golfo en 1991, que dejó a esa ciudad semidestruida y sin agua ni luz por 32 días, fue para él un gran entrenamiento de supervivencia.
“El martes en la noche, un día antes del inicio de la guerra, conversamos por teléfono y me dijo que al igual que sus vecinos, se aprovisionó de azúcar, harina, arroz, medicinas y de un tanque de agua de dos mil galones; cerró puertas y ventanas y se refugió en espera de los ataques. Pero aún tiene mucho miedo.
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“El jueves, después del bombardeo, intenté comunicarme pero no lo logré y estoy muy preocupado, porque tengo 39 familiares entre hermanos, primos y sobrinos que aún permanecen en Iraq.
“Sin embargo, Jamal está solo, pues cuando se dio cuenta de que la guerra era inevitable envió a su madre a Arabia Saudita. Su esposa y sus dos hijos viajaron a Jordania, pero él se quedó en Bagdad para cuidar su casa y la fábrica de tanques de oxígeno.
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“Por lo menos el martes me dio una buena noticia, me contó que la fábrica tiene éxito porque el gobierno iraquí aprovisionó a los hospitales y vendimos, antes de la guerra, 500 tanques diarios. Al menos, el negocio va bien.
“Llamaré de nuevo a Bagdad, pero temo no encontrar a mi familia o que el gobierno grabe mis conversaciones.
“Cuando regresé a Iraq en el 2000, 17 años después de emigrar a Estados Unidos para estudiar, me sorprendí, pues Bagdad ya no era la ciudad grande y bonita de 1983.
“En ese tiempo las mujeres estaban occidentalizadas y usaban ropa vistosa. Ahora casi todas utilizan velo en la cabeza como manda el Islam. Incluso mis sobrinas más jóvenes, Sumaya y Latifa, lo usan con devoción, pues creen que así agradan a Dios.
“Luego de 20 años de guerras y pobreza, Iraq nunca volverá a ser el mismo, el pueblo puso nuevamente sus ojos en las tradiciones musulmanas por los tiempos duros y la desesperanza; se hizo más silencioso y perdió la alegría”.
*Iraquí-palestino, de 60 años, radicado en Ecuador.