Rafael Carpio moldea con sus dedos, delgados y duros como raíces de matapalo, el sombrero de paja toquilla.

Piel quemada por soles sabaneros y curtida por el polvo de arrozales y potreros, este hombre de 66 años descansa al caer la tarde en una hamaca colgada sobre un altillo frente a su casa en Los Cerritos, un recinto de Balzar, Guayas.

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Son las 18h00 y pronto entrará a su casa para ver la telenovela, antes de irse a dormir.

Al día siguiente madrugará, calentará agua en su cocina a gas, para luego disolver café soluble en alguna taza. Es jornalero en una hacienda arrocera.

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Él caminará 3 kilómetros antes de llegar a la hacienda; a su lado, varios campesinos harán el mismo tránsito, pero en bicicletas. “La bicicleta reemplazó al caballo, es que con tantos robos de animales uno se va por lo seguro”, dice Rafael.

Cerca suena un altoparlante con la voz chillona de Aladino, quien hace tiempo se sumó a Julio Jaramillo como uno de los cantantes preferidos.

Rafael no entiende el significado de la palabra modernidad, menos que esta tenga algo que ver con su vida y con la de sus vecinos de Los Cerritos. Lo que sí reconoce es que “la vida ya no es como antes...”.

Esa misma frase resume la preocupación de Buenaventura Palma, de 67 años, sentado a la mesa en un bar en su natal Salitre (Urbina Jado) cuando habla de los gustos de sus coterráneos que cambiaron las guitarras por los discos compactos, o una buena historia de aparecidos por las que miran en los televisores.

El escenario que rodea a Buenaventura es el de uno de los pueblos identificados por su riqueza cultural montubia y que alguna vez recibió a sus visitantes con un rótulo gigante: "Bienvenido a Salitre, capital montubia del Ecuador".

A esa lista se agregan: Balzar, Jujan, Vernaza, Samborondón, Colimes, Yaguachi, Daule, Milagro, en la provincia del Guayas. En todos estos pueblos el hombre de campo mantiene el estereotipo del trabajador rural, se lo observa en los sembríos y en los pajonales detrás del ganado.

“De piernas arqueadas que se cierran sobre el lomo del caballo. Como jinete es excelente, lo propio que como resero. La equitación la practica por distraerse", así describe José de la Cuadra, en su ensayo El Muntuvio (grafía original) Ecuatoriano al hombre de la campiña del Litoral.

Provisto de machete rabón y un garabato (palo curvo) es reconocido como baquiano (avezado) cazador, agricultor, marinero de ríos, veloz jinete de las pampas, vaquero consagrado y pata al suelo, según los historiadores Manuel Quintana y Carlos Coello, citados por Jenny Estrada en su libro El Montubio.

Las pérdidas se sienten en lo cultural: música, baile, poesía campesina. Cada octubre se recrean los rodeos montubios, pero es evidente que este dejó de ser parte de su cotidianidad. En lo que no hay cambios es en su cultura gastronómica.