Si en la década de los 90 las portadas de la Time estuvieron predominadas por empresarios, como Jeff Bezon (1999), presidente de Amazon.com, o Ted Turner (1991), dueño de un imperio mediático, este año el galardón se lo llevaron tres mujeres con algo en común: denunciaron la ineficiencia y la corrupción de alguna institución.
El pasado 6 de junio, Coleen Rowley, una abogada de 48 años que desde que tenía 10 quiso ser detective, compareció ante el Senado de Estados Unidos para afirmar que los atentados del 11 de septiembre del 2001 pudieron evitarse.
Publicidad
Después que CNN reveló la existencia de una carta de trece páginas que Rowley envió al director del FBI, Robert Mueller, quejándose de la burocracia del organismo de inteligencia y cómo su investigación acerca de Zacarías Massoui (uno de los pilotos suicidas del 11 de septiembre) fue bloqueada, la detective se convirtió en la prueba de la ineficiencia de las oficinas de seguridad estatales.
Rowley compareció ante el Senado y a Mueller solo le quedó por admitir que “el trabajo de FBI podía mejorar”.
Publicidad
Sherron Watkins, ex vicepresidenta de la gigante Enron, puso en riesgo su trabajo al alertar a su presidente Kenneth Lay, en una carta fechada en agosto de 2001, acerca de los riesgos para la empresa por las manipulaciones contables.
Ejecutivos implicados en la manipulación, lograron que Watkins fuera trasladada de su lujoso despacho a una pequeña oficina para que pasara desapercibida. Cuatro meses después Enron quebró.
Algo similar le sucedió a Cynthia Cooper, ejecutiva de WorldCom, con la diferencia de que, aunque no pudo salvar a la empresa de la quiebra, no perdió su trabajo.