El 20 de diciembre del 2001, la crisis económica argentina desembocó en un estallido social.
“A las nueve en punto, ni antes, ni después”. La pauta era casi exigencia. Los manifestantes temían que si se relajaba la hora de llegada, la Policía –al tanto de las protestas que se planificaban desde hacía dos meses– los podría detener apenas lleguen al punto de encuentro.
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En el lugar de reunión, centro de la ciudad de Buenos Aires, hay gran cantidad de bancos. Muchos están recubiertos por paredes y puertas de metal. Hace un año, las balas atravesaron los cristales de uno de esos bancos, asesinando a un muchacho, mientras en la calles Argentina ardía.
En sus murallas de hierro, los bancos tienen abolladuras y hojas de papel contando la tragedia de miles de ahorristas que lo perdieron todo en los últimos meses de 2001, tras la implantación del congelamiento bancario y otra serie de medidas (reducción de salarios) con las que el gobierno de Fernando de la Rúa y su ministro de Economía, Domingo Cavallo, trataron de salvar a un sistema financiero que hacía agua por todos lados.
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Ayer, a cuatro cuadras de la Casa Rosada, sede del Gobierno, se reunieron hombres y mujeres de asambleas barriales, de organizaciones de derechos humanos, de sindicatos, de colectivos de arte, de homosexuales, de estudiantes, de ambientalistas, de ahorristas, de desempleados.
Venían a recordar la masiva insurrección popular del 19 y 20 de diciembre de 2001 que, en medio de una de las mayores crisis económicas y sociales de la historia argentina, obligó a la renuncia de De la Rúa y removió en todos sus cimientos al país.
Las organizaciones reunidas esperaban impedir el funcionamiento del Banco Central, de la Bolsa de Comercio, como una forma de demostrar su rechazo al sistema económico. Hubo algunos roces con la policía, botellazos contra las instituciones y quema de papeles, pero no enfrentamientos.
Mientras esto sucedía, en la Plaza de Mayo (frente a la Casa Rosada), como cada jueves desde hace más de 25 años, las Madres de la Plaza de Mayo ocuparon una vez más el lugar y comenzaron a caminar.
Para el atardecer, las asambleas barriales preparaban cacerolazos, bloqueando calles y convocando a los vecinos.
A las diez de la noche, en la Plaza arrancaba una acampada con música y teatro, era la ‘resistencia cultural’. ¿El objetivo? Permanecer en vigilia, para unirse a los demás desempleados y ahorristas que irán hoy hasta la Plaza para cotinuar con las protestas.