Susana Garzón, madre de Álex Darío Aguinaga, no encuentra explicación a todo lo hermoso que le ha tocado vivir por los triunfos de su hijo.

La fama -al igual que a su hijo- no la ha cambiado, sigue viviendo, desde hace 24 años  en el barrio Los Laureles, al noroccidente de Quito, y allí recuerda que a los dos meses que nació se fueron de paseo con su familia a San Lorenzo y un nativo de esa zona, sin conocerla, al mirar a Álex en sus brazos le dijo: “Ese niño va a ser famoso y va a hacer algo grande por el país. Quizás sea Presidente del Ecuador o algo parecido”.

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Dice que siempre su hijo fue muy alegre y desde pequeño le gustó el balompié. A los seis meses de edad su tía, Susana Aguinaga, le regaló un balón en la Navidad y de allí sus mejores  regalos eran las pelotas de fútbol.

Mostró condiciones aún en el jardín donde estudió, el pensionado Hidalgo Albuja de La Tola. Luego pasó a la escuela Don Bosco  y más tarde al Borja 2 Los Andes, donde también sobresalió.

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Por su habilidad en el colegio fue nombrado vocal de deportes y en una ocasión le robaron el pasaje, aún con el dinero que había recolectado como cuota de sus compañeros, no tomó nada y prefirió caminar hasta su casa.

Doña Susana recuerda que los hermanos Álex y Marcelo pasaban muchas horas en la cancha, ubicada cerca a la casa en los Laureles. Retornaban a las 23h00 y hasta se olvidaban de comer.

La Academia Ciudad de Quito, con Eduardo Bores (+), puso un anuncio en el diario para incorporar a niños en su escuela; su padre Rubén Aguinaga, quien también jugó fútbol profesional, trabajó en los Ferrocarriles del Estado, fue comentarista deportivo en radio Tarqui y radio Espejo, lo llevó y le dijo: “De aquí en adelante depende de ti”.

El pequeño quien se había presentado con 300 niños más fue seleccionado entre los 12 mejores y se quedó allí.

Más tarde, su padre habló con Carlos Sevilla, quien dirigía las divisiones menores del D. Quito, y le señaló que tenía un hijo que deseaba que lo probara. Álex, a los 13 años,  llegó a los entrenamientos y destacó, luego que arribó su padre, recién se enteró Sevilla que ese pequeño hábil era el recomendado de su amigo.

Don Rubén, con orgullo, dice que él le enseñó a jugar con la pierna izquierda porque era diestro. Para que mejore el dominio con la zurda le amarraba el pie derecho a un tubo y le ponía un balón para que patee, domine y haga remates.

Dentro de su actividad como comentarista deportivo criticó a su hijo en un cotejo por el torneo nacional. Eso le sirvió para que al regreso a su casa le reclamen airadamente por el exabrupto. Nunca más lo hizo porque decidió retirarse de la vida del periodismo.

La madre de Álex también ha disfrutado del cariño que le tienen a su hijo en México y ha constatado la amistad que lo une con Roberto Gómez Bolaños y Florinda Meza. Ella estuvo en la final por el campeonato mexicano donde Necaxa se coronó campeón, en 1997.

Ahora, don Rubén y doña Susana viven con intensidad cada logro de su hijo. (GC)