Un canto susurrado en quichua, como una melodía muy triste y abundantes lágrimas en sus rostros acompañaban a los deudos de los indígenas que murieron en el accidente, la madrugada del jueves pasado. Lorenzo Coro, rodeado de una docena de niños, escoltaba el cofre de su esposa Gertrudis Chicaiza, mientras un pastor evangélico repetía constantemente oraciones. Dentro de la casa en Paraíso de la Flor, otros familiares alistaban el ritual para despedir a su familiar. Cánticos, comida al pie de los cofres y, por el Día de los Difuntos, colada morada y guaguas de pan, eran los principales ingredientes.
Quienes lograron ir hasta Chimborazo, trataron de compartir un ambiente con sus propias costumbres. Pasadas las 17h00 al menos cuatro sarcófagos fueron trasladados al cementerio general.