La mayoría de las casas de la aldea pesquera de San Blas quedaron reducidas a escombros, decenas de zonas costeras estaban aisladas y el agua llegaba hasta el cuello de la gente en las calles de Puerto Vallarta, mientras el huracán Kenna asolaba la costa mexicana del Pacífico. 
 
Vientos implacables de 225 km/h arrancaban árboles, volaban tejados y lanzaban autos por los aires en San Blas, una aldea de 8.000 habitantes conocida por los turistas. Kenna se redujo a una depresión tropical al atardecer del viernes, pero las lluvias eran torrenciales en el norte de México. 
 
Los primeros cálculos estiman los daños en 50 millones de dólares. 
 
Hacia el norte, las autoridades evacuaban a miles de personas de comunidades asentadas cerca de ríos y laderas. 
 
El Centro Nacional de Huracanes en Miami dijo que Kenna se disipaba sobre el noreste de México, pero que restos de la tormenta se juntarían con otro sistema que ahora se encuentra en el noroeste del Golfo de México. 
 
No se informó de muertes, pero las autoridades dijeron que más de 150 personas en los estados costeros de Jalisco, Nayarit y Sinaloa fueron heridos por escombros voladores. 
 
Hacia el sur, en Puerto Vallarta, que atrae a más de dos millones de personas por año, las olas saltaban sobre las calles empedradas, obligando a residentes y turistas a buscar terrenos más elevados. Tiendas y restaurantes estaban inundados. 
 
Socorristas con el agua al cuello trataban de restaurar el servicio de electricidad y teléfonos. La policía cerró el acceso al centro de la ciudad tras recibir decenas de denuncias de saqueos. Ocho personas fueron detenidas, dijeron las autoridades. 
 
Las comunicaciones con una treintena de aldeas pesqueras indígenas quedaron interrumpidas. El presidente Vicente Fox ofreció ayuda federal a las comunidades asoladas por el huracán. 
 
Nunca en la historia de este estado hemos tenido un fenómeno de esta magnitud, dijo el gobernador de Nayarit, Antonio Echeverría. 
 
El huracán no interrumpió una cumbre de gobernantes del Pacífico en Cabo San Lucas, en el extremo de la península de Baja California, pero derribó árboles y volvió impasable las rutas de San Blas a ciudades cercanas.