Los microondas populares son de lata o aluminio y las amas de casa alaban el sabor de los asados.

No hay ama de casa manabita que no se precie de tener un horno de lata en su casa. Según ellas, el plátano o la carne adquieren un inigualable sabor cuando se los asa en estos pequeños artefactos.

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A estos hornos se los conoce como los microondas manabitas. Son recipientes de lata o aluminio, con tapa, y una parrilla en su interior, que se los coloca en la hornilla de la cocina o sobre el carbón. Hoy, con la migración de personas de este sector a Europa, también se los exporta.

“Los microondas manabitas son quizás el producto más conocido en esta tierra después de la sal prieta. Son tan necesarios como cualquier otro artefacto en su cocina”, afirma Leonardo Palma, vendedor de los hornos.

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El origen de estos sencillos implementos se remonta a unos quince años atrás, cuando un grupo de artesanos oriundos de esta ciudad “por ociosidad decidió dar forma a un sobrante de hoja de zinc galvanizado”, relata Hugo Pincay, quien formaba parte de aquellas personas.

Poco a poco, el horno empezó a tomar forma ante los ojos de sus creadores y para probar sus bondades decidieron cocinar –de manera inicial– un plátano; la sorpresa de los improvisados cocineros fue grande, el alimento no se quemó y más bien quedó tostado de manera uniforme y con un sabor original.

De  inmediato se corrió la voz en Portoviejo. Había nacido el microondas manabita y desde ese momento varios artesanos se dedicaron a la elaboración, porque el producto tuvo total aceptación.
“Las amas de casa, por lo general oriundas de esta tierra, siempre tienen uno. En estos últimos tiempos, estos hornos incluso se los envía al exterior, especialmente a Estados Unidos y España”, señala Pincay, mientras elabora uno, en su taller ubicado en las inmediaciones del puente Santa Cruz.
Hacer un microondas no lleva más de quince minutos y es por eso que Pincay confecciona en su taller tres docenas cada día.

Precios y tamaños
Los microondas manabitas son, por lo general, pequeños. Pero si alguien requiere de uno de mayores dimensiones también se lo elabora en los talleres de Montecristi o de Portoviejo (El Florón, San Pablo o puente Santa Cruz).

Cada horno de lata tiene un precio que va desde   $ 1,20 a  $ 2. Los que están hechos de  aluminio cuestan $ 5 o $ 6, manifiesta la comerciante María Palma.

El artefacto es toda una tradición en hogares

PORTOVIEJO
Mientras revisa un horno antes de comprarlo, Germán Anchundia explica que para él no hay nada mejor que desayunar con plátano asado en uno de estos artefactos, que se los comercializa principalmente en las calles adyacentes  al  mercado barrial Nº 1 de la capital manabita.

Glenia Vera, ama de casa, dice que además de dar buen sabor a los asados, el microondas manabita es fácil de limpiar. Contó que el artefacto lo utiliza para la preparación de pan de almidón de yuca y como es grande, para calentar la comida.

Concepción Cedeño considera que los plátanos quedan con mejor sabor y su textura depende del gusto de cada persona; mientras que al asar carnes, estas quedan jugosas.

Los comerciantes de microondas son por lo general familias completas, los más conocidos son los Palma Chilán o Palma Rivas.

“Los hornos son caída y limpia en nuestros puestos, no debemos salir a la calle para ofertarlos”, manifiesta el comerciante Leonardo Palma.