Una larga trayectoria distingue a  este guayaquileño, con obras en todo  el país.

El amor por las artes plásticas, especialmente la escultura, surgió en Luis Gómez Albán desde niño, cuando en su hogar jugaba con barro y modelaba numerosas figuras.

Recuerda el artista que solía recibir las llamadas de atención de sus padres, porque a veces olvidaba aquel material y en su casa lo dejaba por doquier.

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Sin embargo, en él perseveró la vocación y de apenas 11 años –cuando aún no terminaba la primaria– lo aceptaron como alumno oyente en la Escuela de Bellas Artes de Guayaquil, que entonces se ‘hospedaba’ en un plantel fiscal de niños de Orellana y Panamá, después de hacerlo en el colegio Amarilis Fuentes.

Gracias a la bondad de Alfredo Palacio, director de ese centro, obtuvo el permiso incluso para ir los sábados y domingos.

Allí se sintió a sus anchas, porque nadie le puso obstáculos al trabajo suyo que, aunque de principiante, siempre lo asumió con seriedad.

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Desde entonces pudo alternar con compañeros que mostraron plausibles aptitudes, como Enrique Tábara, Theo Constante, Luis Miranda, Anita von Buchwald y otros futuros valores de la plástica nacional.

Con emoción rememora esos años en que fueron sus  maestros Roura Oxandaberro, Hans Michaelson, Enrique Martínez Serrano y el propio Alfredo Palacio.

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Aunque lo retiraron de Bellas Artes para matricularlo primero en el colegio Vicente Rocafuerte y después en el Mercantil, logró persuadir a su familia para retornar a lo que ya se había convertido en su pasión, es decir las bellas artes.

Señala que nunca le interesó graduarse, pues tanto su afecto al plantel y sus profesores, como el deseo de aprender, lo motivaron a permanecer muy cerca de la Escuela de Bellas Artes.

Por eso le resultó muy duro asumir aquel cambio a colegio que experimentó su vieja institución, porque definitivamente era otra manera de involucrarse con el arte, comenta.

Antes, cuando los profesores Michaelson y Rouranos llevaban  a tomar apuntes al suburbio guayaquileño y otros sitios de la urbe, no faltaban quienes nos gritaban locos y añadían absurdos epítetos; ahora las cosas han cambiado y la sociedad mira de otro modo a los artistas.

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Aún así considera esa época más romántica, pese a que ahora el arte reporta ganancias para vivir decorosamente.

Actividad prolífica
Luis Gómez Albán sobresale por sus esculturas, pese a que aprendió pintura de acuerdo con los programas de enseñanza de la Escuela de Bellas Artes.

A lo largo de los años triunfó en certámenes nacionales como el Salón de Julio 1966 de la Municipalidad de Guayaquil (primer premio escultura). Ha realizado muestras individuales y colectivas en varias ciudades del país.

En julio de este año la Agrupación Cultural Las Peñas le entregó el Cincel de Oro, como reconocimiento a su larga y destacada labor artística.

Entre sus obras constan los monumentos a Simón Bolívar en el aeropuerto de Guayaquil, a la Madre de la ciudadela Nueve de Octubre de esta ciudad y a Francisco Pizarro en el balneario peninsular de Ballenita.

En igual forma dan testimonio de su talento los monumentos al Pescador, en la avenida Barcelona, y del Dr. José María Velasco Ibarra, en la avenida de su mismo nombre en esta urbe.

Más creaciones suyas entre monumentos, bustos y conjuntos escultóricos se levantan en Quevedo, Babahoyo, Polideportivo Huancavilca de Guayaquil, museos particulares y mausoleos especialmente en esta metrópoli.

Actualmente tiene lista la maqueta del monumento a los Héroes del Cenepa, que se erigirá en las instalaciones del Cuerpo de Paracaidistas de Quevedo, Los Ríos.

Tenemos valores
Admirador de la obra de su maestro Alfredo Palacio y de valores universales como Miguel Ángel, Rodín y otros, precisa que actualmente en nuestro medio existen jóvenes con nuevas e interesantes propuestas.

Lo  importante es que exista la pasión y amor de verdad por la escultura, sin olvidar la necesidad de ser académico con bases sólidas para salir en pos de búsquedas de expresión.
Así se evita caer en el adefesio por el facilismo y el poco conocimiento de las cosas, señala muy serio mientras agrega que el costo de la escultura restringe manifestaciones, pues todo es un proceso y hay que sacrificarse.

La escultura es volumen, pero con sentido estético; su perfección debe buscarse siempre sin desatender elementos como el espacio, ritmo, etcétera. 

Esto último siempre lo tengo presente y comparto con los jóvenes que visitan mi taller y otros que reciben mis clases de dibujo artístico en el Vicente Rocafuerte.

Finalmente, sostiene que el arte es su refugio y cuando se siente solo, busca el taller para reconfortarse entre bocetos, esculturas en preparación y otras que piden el cincelazo final.

MUY PERSONAL
Nacimiento: Guayaquil, 1 de julio de 1933.
Esposa: Celeste Rojas González.
Hijos: Iliana Bethsabé, Graciela Celeste, Sally Carolina y Jorge Luis.
Nietos: Samuel Andrés y Febe Ana Arce, María José y Daniel López y Juliette Gómez.