Es monseñor Juan Carlos Bravo Gonzaga, 75 años, quien con la ayuda de la población logró construir una escuela, un colegio fiscomisional y siete iglesias (seis en los recintos).

“Los alumnos fueron nuestros principales colaboradores. Ellos trabajaron en la edificación de los locales, pero a cambio reciben una paga”.

Publicidad

No solo se quedó allí, también motivó a sus alumnos a ser creativos. Uno de los trabajos es el de los vitrales de la iglesia de Simón Bolívar, hecho con las bases de las botellas de cervezas.

“Con ello elimina un porcentaje de las 1.000 jabas de cervezas semanales que consume la población”, expresó.

Publicidad

Con ese mismo espíritu construyó desde un colegio, policlínico médico y dental, comedor, internados para niñas, biblioteca y servicio de prótesis para los ojos.

Reconoció que en los primeros años en ese lugar tuvo un encuentro con lo sobrenatural.

Un día visitaba a un amigo en el recinto Chilintomo, ubicado a tres horas a caballo de Simón Bolívar, y en una de las casas había una enorme lora.

Monseñor aseguró a quien lo acompañaba que el animal era el mismo demonio e ingresó a una de las habitaciones del ciudadano.

Cuando salía de la casa, la lora le dijo, “ya te vas cura”.

“Fue algo que me impresionó. Cómo sabía el ave que era un sacerdote y que me iba”, se preguntó.