Si tiene suerte viajará en el balde de una camioneta, de lo contrario a caballo o a pie deberá recorrer doce kilómetros; si las lluvias arrecian dejará de dar clases porque el camino se torna intransitable y el pequeño riachuelo junto a la población se transforma en un caudaloso río.

En Mamey habitan cerca de veinte familias dedicadas a labores agrícolas. Allí la pobreza reina en las casas, en las vestimentas de sus habitantes y en la falta de servicios básicos, pues solo tienen energía eléctrica.

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A pocos kilómetros queda otro recinto, Las Cañas, su nombre se debe a que la mayor parte de las casas son de esta planta y, al igual que en Mamey, la pobreza es evidente.

“Estamos acostumbrados a caminar en medio del polvo, a consumir agua de pozo y a enterarnos de lo que pasa fuera de estos límites solo por la radio”, dijo Laura García, quien una o dos veces por semana recorre junto a sus hijos Sharon, de 2 años y Kevin, de dos meses, 4 km. desde Las Chacras hasta Las Cañas.

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La obra en estas zonas es mínima o inexistente. Solo la vía ha sido lastrada. El abandono es notorio y el progreso es una palabra desconocida.