El papa Juan Pablo II concluyó hoy su estadía en México con la beatificación de los indígenas Juan Bautista y Jacinto de los Angeles y exhortando a los fieles a ser solidarios y fraternos con los más desfavorecidos o marginados.

A nuestra Madre del cielo expresamos el gozo que nos embarga por ver subir a los altares a dos hijos suyos pidiéndole al mismo tiempo que bendiga, consuele y auxilie, como siempre ha hecho desde este Santuario del Tepeyac, al querido pueblo mexicano y a toda América, dijo el Papa durante el acto de beatificación.

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Estos dos cristianos indígenas, intachables en su vida personal y familiar, sufrieron el martirio por su fidelidad a la fe católica. Ellos son ejemplo para los fieles laicos, llamados a sacrificarse en las circunstancias ordinarias de la vida, señaló.

Juan Bautista y Jacinto de los Angeles eran fiscales religiosos para proteger la fe católica en el sureste mexicano y denunciaron a habitantes de la comunidad por realizar ritos paganos. Fueron asesinados por los denunciados.

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Centenares de indios de las diferentes etnias participaron en la solemne ceremonia y el pontífice los saludó en zapoteco.

Los nuevos beatos, fruto de santidad de la primera evangelización entre los indios zapotecas, animan a los indígenas de hoy a apreciar sus culturas y sus lenguas y, sobre todo, su dignidad de hijos de Dios que los demás deben respetar en el contexto de la nación mexicana, plural en el origen de sus gentes y dispuesta a construir una familia común en la solidaridad y la justicia, dijo el Papa.

Las multitudes abarrotaron las calles capitalinas por donde pasó Juan Pablo en camino a la Basílica de Guadalupe. Globos amarillos y blancos surcaron los cielos.

Nuevamente las danzas indígenas invadieron la Basílica. El pontífice acompaño la danza de la Pluma con golpecitos de la mano sobre el brazo de su silla.

El arzobispo de Oaxaca, monseñor Héctor González solicitó la beatificación de Juan Bautista y Jacinto de los Angeles.

Declaramos que los venerables siervos Juan Bautista y Jacinto de los Angeles de ahora en adelante sean llamados beatos, respondió el Papa.

Las imágenes de los nuevos beatos entraron al templo en manos de indígenas zapotecas que portaban flores, velas e incienso y tocando las chirimías y los cuernos.

La ceremonia fue amenizada por la banda de San Francisco Cajonos, población de Oaxaca a unos 350 kilómetros al sureste de la capital mexicana, donde vivieron y murieron los beatos en el año 1700. Mientras que el evangelio fue leído en español y en zapoteco.

Los dos beatos son un ejemplo de cómo, sin mitificar sus costumbres ancestrales, se puede llegar a Dios sin renunciar a la propia cultura, pero dejándose iluminar por la luz de Cristo, que renueva el espíritu religioso de las mejores tradiciones de los pueblo, dijo Juan Pablo II.

Al terminar la ceremonia, improvisó unas palabras de agradecimiento.

Con la beatificación de los mártires de Oaxaca llega a su fin mi quinto viaje a México. Gracias a todos los que habéis preparado mi visita, a los que cuidaron todos los detalles, a los que con tanto cariño me habéis recibido en las calles de esta ciudad, expresó.

Me voy, pero no me voy. Me voy pero no me ausento. Me voy pero con el corazón me quedo. México, México lindo que Dios te bediga, dijo el pontífice antes de abandonar la Basílica de Guadalupe.