Hay lentitud en los procedimientos que llevarían a sacar barcos abandonados del agua o de los muelles. Uno de la media docena que hay, se hundió y causó daños fáciles de comprender.

El barco que más abandono tiene suma  cinco años y, como otros, carece de luces y perjudica el espacio. Óxidos y desechos aceitosos expanden factores contaminantes al agua.

Es noticia sin desmentir que en algunas de esas chatarras se guarda combustible. Tal hecho agrega peligros de contaminación.

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Como en otros asuntos de interés colectivo, antiguas disposiciones se convierten en obstáculos para que fluya diligencia en despejar a La Libertad y Guayaquil de los barcos contaminantes.

Los tiempos cambian las exigencias de limpieza del ambiente y las normas para proteger la calidad de muelles y aguas marítimas o fluviales. Esto no lo consideran los papeles de viejos reglamentos.

Pero sí es posible la aplicación de más sentido ejecutivo a disposiciones que con percepción lógica ayuden a despejar inutilidades. Necesitamos más autoridad y firmeza.

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Tal como se hace con vehículos abandonados en la vía pública.