Los países llamados pequeños se oponen a la globalización considerándola una competencia injusta contra los países grandes, y quizás en ciertos casos tienen razón, pero no podemos negar que la mayor parte de la culpa la tenemos nosotros por falta de preparación y por la corrupción.
Hace 500 años llegaban los ingleses a Norteamérica y los españoles a Suramérica con mentalidades totalmente diferentes; los primeros llegaban con la ilusión de crear un nuevo hogar donde vivir, sin la opresión de la corona y con libertad de trabajo y de vida, los segundos llegaron con la mentalidad de saquear y llevar a España la mayor cantidad de recursos para su enriquecimiento.
Han pasado esos 500 años y la diferencia de resultados salta a la vista, riqueza total en un lado y pobreza en el otro.
No le podemos echar la culpa a los países ricos por nuestra situación; nadie debe tener lástima de nosotros. Empecemos a trabajar más, a educarnos más, y sobre todo a castigar fuertemente al corrupto, de lo contrario podemos esperar 500 años más echándole la culpa a los demás.
Roberto Fernández Durán
Guayaquil