"A todos nos pasa", dicen unos. "Solo a los tontos", afirman otros. Lo cierto es que cuando llega un nuevo a la oficina, habrá algunos que lo vean como a un pato al que se le pueden cargar.
El día en que María Fernanda Guevara (24) inició su primer trabajo a los 19 años, nadie le dijo que tenía que pagar derecho de admisión. "Ingresé como asistente de la operadora del telex en una compañía naviera, pero parecía que asistente y nueva eran sinónimos de boba. Regularmente me hacían trabajar hasta pasado las 22h00, mientras que la operadora se iba puntualita a las 17h00". Mafer se quedaba enviando los faxes y los telex rezagados durante el día, que no podían esperar hasta la mañana siguiente.
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Eso la deprimía, porque sentía que la trataban injustamente.
Xavier Arias (30), ingeniero eléctrico y propietario de una compañía diseñadora de páginas web, afirma que algunos jefes consideran correcto oprimir a los empleados recién llegados como una forma de darles la bienvenida, pero "lo que en realidad hacen es recargarles el trabajo pendiente o el que nadie quiere hacer. Eso está mal, ya que es una falta de respeto a quien llega a aportar con su tiempo y esfuerzo", concluye.
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Esta situación se supera a medida que el empleado vaya afirmándose y marcando su territorio, lo cual no significa mostrarse agresivo, sino más seguro de sí mismo y conocedor de sus derechos y obligaciones. Por ello es válido conversar amablemente con los superiores si la situación se vuelve muy incómoda.
En el caso de Mafer, ella habló con sus jefes y eso no la perjudicó. Es más, su empeño provocó que a los dos meses sea promovida a un cargo mejor, mientras que la operadora en jefe salió de la empresa "ya que todos se daban cuenta de que era injusta y vaga", conversa la ahora jefa de comercio exterior de una importante compañía exportadora.
Un tipo de empleado novato que suele pagar piso extra es aquel que se esfuerza demasiado en portarse chévere para ser aceptado. Lo cual tampoco está bien.
"Hay una línea muy delgada entre ser buena gente y ser tonto, y en la oficina muchas veces no se sabe en qué lado estamos", afirma Mauricio Rosenberg (28), redactor de un medio de comunicación social, quien agrega que en su vida laboral ha conocido mucha gente que se pasa pidiendo favorcitos que "no te quitarán tiempo, pero si uno se pasa haciendo favores, no habrá tiempo de cumplir con las obligaciones propias".
"Hay que ser cooperador y buen compañero, pero tampoco exagerar", finaliza.
Pero la calavera no siempre es ñata. Al igual que hay jóvenes que pueden pecar de sumisos en sus flamantes puestos de trabajo, también los hay que, buscando marcar su terreno desde el primer día, llegan pateando al perro, al gato, al jefe y pisando las cucarachas.
Pero eso será tema para una futura entrega de esta sección.