La economía, la cultura y la política de Guayaquil tuvieron en el río Guayas, en distintas épocas, el principal factor para su realización.
Una relación íntima, de siglos, es la del río Guayas con Guayaquil, la ciudad del ‘cerrito verde’, de balsas, piraguas, canoas y grandes buques que surcaron esta arteria fluvial llevando o trayendo productos y hombres, que a la vez representaron riqueza económica y cultura.
El río, factor importante para la vida y desarrollo de esta urbe, es también elemento de la identidad guayaquileña y de unidad nacional.
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Los avatares de la naturaleza tropical, los asedios y ataques de los piratas, los incendios, las plagas y enfermedades templaron el carácter de los habitantes de esta urbe, que siempre tuvo al río como a su aliado para vencer las adversidades.
La unión de los ríos Daule y Babahoyo forma el Guayas, que desemboca en el océano Pacífico y que en su orilla derecha, aguas abajo, vio desarrollar a Guayaquil, mientras que al otro lado nació y creció Durán, poblado que debe su progreso al ferrocarril, que unió la Costa y la Sierra.
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“La ciudad le debe al río todo lo bueno y lo malo, por esta vía llegaron los piratas y las enfermedades y también la cura para los males y los conocimientos”, sostiene el historiador Melvin Hoyos,
Los inmigrantes, nacionales y extranjeros, llegaron por el río, que además ayudó a forjar la identidad guayaquileña, “que es la unidad en la diversidad”, sostiene Carlos Calderón Chico, miembro de la Academia Nacional de Historia. Las carreteras, el Puerto Marítimo, el aeropuerto y los grandes y veloces aviones poco a poco le ganaron el protagonismo al río como factor para el desarrollo de la ciudad, sin embargo sigue allí y es elemento fundamental del paisaje urbano y parte indivisible la identidad guayaquileña.
Las crónicas de viajeros extranjeros que visitaron Guayaquil durante la Colonia, guerras de la independencia y primeras décadas de la vida republicana recogen imágenes de la vida y costumbres de esas épocas, y en todos los escritos se menciona al río como parte fundamental de la ciudad.
De las haciendas situadas aguas arriba, en las márgenes de los ríos Babahoyo, Daule y sus afluentes, bajaban los alimentos: leche, carne, vegetales y otros productos. El vínculo era tan estrecho, tan íntimo, que no se concibe a Guayaquil sin el Guayas, destaca Hoyos.
El papel de Guayaquil en las batallas por la independencia y la importancia estratégica del río Guayas resalta Calderón, quien recuerda que por esta vía llegaron Bolívar y San Martín, quienes se entrevistaron y resolvieron el futuro del proceso libertador.
Las décadas del sesenta y setenta del pasado siglo marcaron el declive de la importancia del río en la vida económica de Guayaquil, cuyo malecón, otrora emporio de febril actividad con la llegada y salida de las embarcaciones, se convirtió, a fines del noventa, en espacio de atracción turística con la construcción del Malecón 2000.
Calderón Chico sigue viendo al río Guayas como “elemento fundamental de la identidad guayaquileña”.
La contaminación por las aguas negras y otros desechos tóxicos es tema que preocupa a la ciudadanía y a las autoridades municipales, quienes reclamaron a la empresa Interagua la aplicación de un programa para recuperar la calidad del líquido.
La pérdida de la navegabilidad por la presencia de grandes bancos de arena es otro problema que afecta al río. Para solucionarlo, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE.UU. propone construir diques de piedra en el río Daule y no recomienda el dragado por cuanto se detectó que causará complicaciones en la vida y actividades productivas.
Viajeros
En la colección Guayaquil y el río, una relación secular, de los autores José Antonio Gómez Iturralde y Guillermo Arosemena Arosemena, publicada por el Archivo Histórico del Guayas, se recogen escritos de viajeros europeos que visitaron esta ciudad entre 1844 y 1955.
En el primer tomo hay una crónica del capitán William Dampier, quien con otros piratas vio frustrados sus deseos de asaltar a Guayaquil en noviembre de 1684. Menciona que “hay siete leguas de Puná a Guayaquil y una legua hasta la desembocadura del río de Guayaquil, que tiene más de dos millas de ancho. Desde allí en adelante el río es bastante derecho, y serpentea poco. Los dos lados del río son bajos y cenagosos y llenos de mangle rojo... A cuatro millas de Guayaquil hay una pequeña isla baja en el río. Esta isla divide el río en dos partes y forma dos canales muy hermosos por donde las naves pueden subir y bajar.... Guayaquil se ubica frente a la isla y está construida al borde del río, que inunda a menudo la ciudad baja. Hay dos fuertes, uno en la parte baja y otro en la altura. Este sitio ofrece muy buena perspectiva y está embellecido con diversas iglesias y otros buenos edificios...”.
La belleza de las mujeres guayaquileñas reconoce Frederick Walpole en el libro Cuatro años en el Pacífico, en el barco Collingwood de su Majestad, 1844-1848.