Los aficionados al fútbol llegaron desde las 20h00 al bar Mr. Frog, ubicado en la Kennedy Norte. Arribaron con su pareja, con amigos o solos. Todos llegaron con la esperanza de mirar el triunfo de la selección de Ecuador.
La mayoría usaba camiseta amarilla y las damas destacaban porque lucían esa prenda, que hacía juego con sus jeans.
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Se ubicaron en varias mesas destinadas para el público y esperaron la hora del encuentro. Con un vaso de cola, cerveza, ron o whisky hicieron de ellos su compañero de la noche. Eso sí, no faltó un cigarrillo para calmar los nervios.
La música con volumen alto sonaba en los parlantes. Y los jóvenes mezclados con los adultos consumían el tiempo, al moverse en la pista. Así a ese ritmo llegó la hora.
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El silencio musical dio paso al volumen de los cinco televisores que fueron ubicados en el bar para que nadie se perdiera detalle del compromiso.
Con una solemnidad que solo se observa en instituciones militares, los aficionados saludaron el Himno Nacional mientras a miles de kilómetros los jugadores entonaban la canción patria.
Al finalizar sonó el grito que se hizo tradicional en la etapa eliminatoria: ¡Sí se puede!.
Lo repitieron una y otra vez como intentando dar fuerza a los jugadores quienes se mostraban ajenos a lo que ocurría en este punto del norte de Guayaquil.
Gabriela, nunca dijo su apellido, suspiró cuando miró en la pantalla al goleador mundial Jaime Iván Kaviedes, y no fue la única: Cinthya, quien estaba sentada en una silla blanca de plástico, también la imitó.
Comenzó el encuentro y a los pocos minutos la alegría contenida se hizo presente en los gestos de los aficionados. Saltaron. Se abrazaron, entregaron besos y tiraron un líquido al aire (no me atreví a probar qué era) por el gol de Agustín Delgado.
¡Vamos, vamos muchachos!, fue la frase de inyección que Santiago gritó cuando los seleccionados no reaccionaban.
Gol mexicano y los lamentos aparecieron.
Javier, quien se encontraba con su chica, le indicó que estaba seguro que la historia cambiaría y que “su Ecuador del alma”, saldría como triunfador. Ella más pesimista (o realista) le indicó que no tuviera muchas esperanzas.
Y no se equivocó la chica del amor. A los pocos minutos llegó el segundo tanto azteca y los lamentos volvieron a salir de los hinchas ecuatorianos.
Transcurrió el tiempo y el árbitro decretó la finalización del encuentro. Allí Juan Sánchez, identificado como hincha del Barcelona, se quejaba amargamente que había dejado plantada a su chica por el fútbol y al final no valió la pena el sacrificio.