¿Cómo vive el Mundial la familia de un seleccionado mundialista? ¿Qué les dicen en la calle? ¿Cómo controlan los nervios o el coraje cuando insultan a mamá?
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Aló!, ¿mamá?
- Sí, hijo...
- Buenas noches
- No, buenos días
Gladys Mosquera Veloz repite este diálogo todos los días desde que su hijo, el seleccionado ecuatoriano Marlon Ayoví, está en Japón defendiendo al Ecuador en la Copa Mundial de fútbol.
Ella, desde Durán, en la ciudadela Rina Ortiz de Bucaram, aferrada a un teléfono vive esta rutina a las 06h00. Para Marlon, en Japón, son las 20h00.
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Allá, desde tan lejos, Gladys escucha anécdotas que la estremecen. Y que le provocan tanto orgullo, ese orgullo de una madre que ve a un hijo exitoso, que ya saltó a la cancha en un Mundial y que para el juego de mañana es una de las opciones del técnico Hernán Darío Gómez.
“Mamá, siento una emoción tan grande que me da ganas de llorar, pero uno llora por dentro”. Eso le dijo Marlon a su mamá la mañana del jueves.
Y el llanto por dentro, contaba Ayoví, era de él y de sus compañeros que no querían mostrar una lágrima al frente de millones de personas que los veían, cuando se tocó el himno nacional en el debut frente a Italia.
La mamá se estremece con la voz de su hijo. Está nerviosa por el partido frente a México, con unos nervios de mamá que, a veces, más que partir de la preocupación por un resultado futbolístico, se originan por el miedo de que una patada le haga daño a su hijo.
Por estos días mundialistas los nervios son parte de la familia Ayoví. ¿Cómo viven esa marca de ser la mamá de, el hermano de, o la sobrina de un seleccionado de fútbol?
El hermano de Marlon, Felipe Ayoví, de 41 años, por ejemplo, siempre tiene que buscar argumentos.
¿Argumentos? Sí, para contestarle a un molestoso por ahí que en cualquier momento le dice que su hermano hizo “la grande” o no jugó un buen partido. Incluso para defender el honor de la mamá, tan mencionada en ese intenso y gigantesco vocabulario futbolístico de los insultos.
El que Marlon Ayoví sea un hombre público le trae esas angustias, que él, como buen ex futbolista (jugó en Patria y en el Deportivo Cuenca a inicios de los 80), sabe responder.
“Tu hermano no tocó pelota”, le dijeron después del partido contra Italia el pasado lunes.
Y ahí Felipe salió a enseñarles algo de táctica de fútbol y explicar cómo la entrada de Marlon en el segundo tiempo taponó la salida de los italianos, que ya no pudieron anotar.
Si a Felipe le toca argumentar, a Andrea Arteaga Ayoví, la sobrina de 12 años, lo que le toca es convencer. En su aula del colegio Martínez Serrano no le creen que ella es la sobrina de un seleccionado nacional de fútbol. “Me dicen que es mentira y piden que les lleve una foto, pero yo me olvido”, dice Andrea, que confiesa que siempre se angustia, se pone inquieta, cuando ve al tío en la televisión.
Las hermanas de Marlon también hablan de nervios frente al Mundial, pero además de sus hijos y los sueños de estos al ver al tío futbolista.
“Luis Adrián me dice ‘yo voy a ser así como el tío”, cuenta Rita de su hijo, pero enseguida Gladys le contesta: “Más hincha es mi hijo el Ronny que lo identifica en la televisión”. El Ronny tan solo tiene 2 años.
Son hermanos (ocho en total) que están acostumbrados al deporte. El papá de Marlon, Luis Felipe Ayoví, jugó en Everest pero se retiró por una lesión, y Felipe, Luis Antonio y Byron también remataron balones con el objetivo de hacer goles.
En la casa se ven trofeos, medallas, la infaltable TV, y mañana se esperan ver cangrejos para esperar el partido con un delicioso menú.
Gladys, la mamá, cerró el teléfono el jueves con una señal en cruz. “Mamá, deme la bendición”, pidió Marlon.