El memorable episodio del 5 de junio de 1864 en el sitio Colorado, cerca de Montecristi, Manabí, fue el inicio efectivo de la empresa revolucionaria que lideró Eloy Alfaro Delgado, con una singular apoteosis en igual fecha de 1895, hace 107 años.
Por la tarea del Viejo Luchador, como se conoce a Eloy Alfaro (Montecristi, 1842-Quito, 1912) en nuestra historia, se lograron los grandes cambios que marcaron en el país la Revolución Liberal.
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La labor del guerrillero montecristense se manifestó con mayor vigor desde 1864. Pueblos y ciudades del Litoral ecuatoriano se convirtieron en escenarios de combates y pronunciamientos que exigían transformaciones a los gobiernos de turnos.
Durante 1878, 1880 y 1883, pese a los reveses que surgieron, la pelea por el rescate de las libertades ciudadanas no desmayó.
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El caso de la venta de la bandera nacional entre noviembre y diciembre de 1894, que involucró directamente a José María Plácido Caamaño, gobernador del Guayas, a espaldas del primer mandatario, robusteció la reacción popular que ayudó a los liberales a la consecución de sus propósitos reivindicadores.
La renuncia de Luis Cordero, presidente del Ecuador, y el desenlace que quiso realizar el encargado del Ejecutivo, Vicente Lucio Salazar, al convocar a elecciones presidenciales, exacerbaron el ánimo de los seguidores del caudillo manabita.
La población de Chone, Manabí, proclamó la jefatura suprema de Eloy Alfaro el 5 de mayo de 1895.
Personajes como Julio Andrade, Emilio María Terán y Francisco Hipólito Moncayo luchaban por los ideales liberales en Latacunga y Guaranda.
En El Oro hacía lo mismo Manuel Serrano Renda, quien el 9 de mayo de 1895 libró con éxito la batalla de la Carreta.
Guayas levantaba la bandera revolucionaria con el heroico Pedro J. Montero, el Tigre de Bulubulu, quien encabezó un nuevo episodio que también aseguró la victoria alfarista.
El 4 de junio del memorable año, el pueblo de Guayaquil en medio de algunos enfrentamientos se tomó los cuarteles y logró la renuncia del gobernador Rafael Pólit, ante una Junta de Notables. El 5 de junio de 1895 mediante comicio público se proclamó jefe supremo a Eloy Alfaro y se le pidió venir al país, pues se encontraba en Centroamérica. En el vapor Pentaur llegó Eloy Alfaro a Guayaquil, para enseguida integrar su gabinete e impartir órdenes sobre la preparación del ejército.
Hasta julio las propuestas de paz del caudillo fueron desoídas. Sin otra alternativa, abrió campaña y marchó a Quito, adonde entró el 4 de septiembre de ese año.
Durante su marcha a la Capital, los liberales combatieron contra las tropas gobiernistas que comandó José María Sarasti, especialmente en Gatazo y Chimbo (agosto de 1895).
Con la presencia de Alfaro en el mando de la República, comenzó una tarea gubernamental ardua y difícil.
La semilla del desarrollo social y cultural germinó pronto; las obras de sus dos mandatos presidenciales así lo demuestran.
La libertad de conciencia, la unificación y el fortalecimiento del Estado, la vigencia del laicismo en la educación, la atención prioritaria a la mujer y otras reformas testimonian que puso las bases del Ecuador moderno. Lo ratifica Fernando Dobronsky en su Historia del Ecuador, cuando dice que “en el ciclo alfarista se emprendió en la reorganización institucional, en el rompimiento de una estructura económica arcaica y en dar a todos los habitantes plena libertad de conciencia”.