Serpa fue juez, alcalde, senador, ministro del Interior, interlocutor del gobierno con las guerrillas, procurador, constituyente y jefe del Partido Liberal.
Su bigote prominente y anteojos son tan reconocibles, que hoy constituyen el emblema de su campaña.
Se hizo conocido cuando copresidió la Asamblea Constituyente de 1991, y como ministro del Interior del presidente Ernesto Samper (1994-1998) enfrentó las acusaciones de Estados Unidos por el supuesto ingreso de fondos del narcotráfico a la campaña del ex mandatario.
En 1998 compitió por la Presidencia de la República. Ganó la primera vuelta de las elecciones, pero en la segunda, el conservador Andrés Pastrana lo derrotó.
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Lejos de pensar en retirarse de la política, se convirtió en el principal líder de la oposición.
Por más de tres años las encuestas de intención de voto dieron a Serpa y a la independiente Noemí Sanín el favoritismo. Pero apareció Álvaro Uribe, un dirigente provincial que con sus críticas contra la guerrilla sedujo a los colombianos.
Entonces Serpa empezó a perder terreno. Hoy ocupa un segundo lugar con un promedio entre el 23 y 31% de las preferencias en los sondeos, por lo menos quince puntos abajo de Uribe.
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Serpa cree que este domingo ninguno de los competidores por la Presidencia obtendrá el 50% más uno de los votos, que se necesitan para evitar otros comicios definitorios el 16 de junio próximo.
Prometió que sacará adelante el país, creará 400.000 empleos a través de un plan de obras públicas y reactivará el campo con subsidios. Cree en un diálogo de paz que incluya a todos los sectores del país y en enfrentar a los violentos con inteligencia estatal.
El futuro político de Serpa dependerá de lo que suceda el domingo. Si Uribe, su principal rival en las urnas, gana en la primera vuelta, su carrera se verá comprometida. Si Serpa no triunfa estará políticamente muerto, expresó el politólogo colombiano Fernando Giraldo.